En épocas anteriores –no tan
lejanas- los padres delegaban en los maestros la principal
responsabilidad en la formación de sus hijos. Pero, conviene
recordar, que en sociedades más rígidas y autoritarias esta
delegación iba acompañada de la autorización y del respaldo
absoluto, hasta el extremo de que en el hogar eran apoyadas
todas las decisiones escolares por arbitrarias que estas
fueran. Hoy la tendencia se ha invertido, de tal manera que
los padres ejercen un papel inquisidor e incluso opositor
muy por encima de los legítimos derechos que les asisten.
Les digo, les cuento y líbreme el Hacedor de mentir, que los
politicastros que nos gobiernan o los que se oponen desde
los bancos de enfrente, suelen ser muy sensibles a eso que
se ha dado en llamar el “clamor” popular. Que es cuando el
pueblo soberano se satura y sobreactúa en plan
manifestaciones y protestas o acude a los platós de las
televisiones buscando una justicia que, de otra manera, no
van a obtener, ni a oler, ni a palpar. Y es que, realmente,
los españoles estamos muy solos, no diré que desvalidos
porque valemos de sobra, ni desprotegidos, porque nos las
ingeniamos con el ADN de la picaresca y los testiculillos de
Lázaro de Tormes.
¿Ha habido “clamor” popular cuando el aguerrido Garzoneti a
empitonado a políticos del PP y ha comenzado para ellos ese
paseíllo por los calabozos que tanto aplaudían con ademán
virtuoso cuando tocaba a otros? Pues no. La verdad. Como
ciudadana me importa un higo chumbo y un cuarto de
chanquetes que empapelen a todos los populares del panorama
nacional, si es por causa de trajines y exactamente me
importa una boñiga de cabra de Gredos el que enchiqueren a
todos los socialistas que vayan de listillos. Las causas
urbanísticas, las recalificaciones escabrosas, los PGOUs,
los tráficos de influencias que existen desde que el mundo
es mundo, los lindes misteriosos que aparecen y desaparecen
como los ojos del Guadiana, los comecocos de los delitos
económicos o los mindundeos de los delitos contra la
ordenación del territorio, ni representan peligro de muerte,
ni de ruina acuciante, ni de vivir con el alma en vilo cada
vez que un hijo o una hija se arrima al ordenador porque,
los pederastas, andan acechando. Esos delitos mierdosos,
esas corruptelas entre privilegiados no me afectan. Paso.
Me afecta el que sigan calificando de simple “hurto” el
despojo a una jubilada de los cuarenta eurillos que guardaba
como oro en paño para acabar el mes; me como las túrdigas
cuando repiten los reportajes de los ladrones y carteristas
extranjeros que acuden a España a dar por culo impunemente,
entrando y saliendo de las comisarías y sin que el Ministro
del Interior adopte la iniciativa de repatriar
automáticamente a sus países a todos los vagos,
sinvergüenzas, delincuentes y maleantes y de paso pedir
responsabilidad civil subsidiaria a los embajadores por los
delitos cometidos en España por sus nacionales.
Leyes tibias contra el robo, eso sí, si para robarte te
meten una puñalá ya es más serio y mejor que no te revuelvas
porque nuestros obtusos políticos andan demasiado ocupados
en mutuas y necias descalificaciones como para sentarse a
pergueñar, con dos cojones, una ley que ampare a todos los
niveles y sin límites, la legítima defensa, que es el
instrumento único de los buenos contra los malos. Ponen los
puntos a los peperos en la Audiencia Nacional y a servidora
le entra la risilla porque recuerdo el arrebato de
virtuosidad que acometió a la alcaldesa de Marbella, esa que
ahora se bandea malamente anunciando querellas contra todo
quisque, que apuesten que nunca interpondrá, por prudencia,
el ataque de ética cuando se empecinó en meter en la cárcel
al Enemigo Público Número Uno, Juan Antonio Roca, símbolo
del satanismo más abyecto. Pero que malamente pudo llevarse
los dineros de unas arcas cuya llave poseía en exclusiva el
descansado Jesús Gil, que para eso era el alcalde y mandaba.
Pero demonizar a un padre de familia que no mata, porque no
va con la cosa del terrorismo y lincharle, sale gratis.
Alterar lindes y que los socialistas arremetan sale menos
gratis, una se puede desmelenar las mechas denunciando
oscuras tramas y el Rajoy, con su barba raída puede
mostrarse circunspecto cuando ve enganchar a los suyos. Será
porque televisar en directo la detención de la Pantoja causa
un íntimo gozo y un cierto morbo, pero ver sacar de los
furgones a los aburridos peperos ni da morbo ni da nada. Es
un muermo. Yo paso de esos redentoristas compulsivos que
siempre han tratado de ir de salvapatrias un pueblo y tres
comunidades autónomas, exceptuando las de Ceuta y Melilla
que tienen gobiernos fetén.
¿”Clamor”? Sí, en el alma, ante jubilados de aspecto tímido
que esperan, con pesar, en la puerta de los supermercados
con sus pequeñas listas manuscritas y entonces llega un
engancháo o un rumano y les dan las listas y se ponen a
pasear por la acera, entre tristes y despistados, hasta que
sale el therminator de las estanterías con los artículos del
pedido ocultos entre la ropa para vendérselos al viejo o a
la vieja a mitad de precio. Esa debe ser la economía
sumergida porque, los ladrones, llegan a sacarse los
cartones de leche de los calzoncillos y los paquetes de pan
bimbo sin corteza, del sobaco, sumergidos los artículos lo
están. No así la vergüenza y la ética de los políticos que,
como no existe, no se puede sumergir. Y ante esta pena
honda, ante esta España que padece fatigas y hambruna ¿Qué
coño me importa que la alcaldesa de Marbella se revuelva
como una fiera porque en las nuevas lindes “casualmente” se
encuentren sus patrimonios familiares? ¿Qué relevancia tiene
para las pensiones de trescientos euros el que, Garzón, haya
enchufado el ventilador y los virtuosos oficiales estén
probando barrote y bandeja?.
Los políticos trajinosos, esos tan proclives a hacer leña
del árbol caído y de ir de abanderados de la ética no me dan
pena, me producen chufla, pena el helarse de frío porque
sube la luz y no se puede encender la estufilla, pena la
pena del pueblo español, que está más solo que un perrillo
de la franja de Gaza, eso clama al cielo. Lo otro da asco.
¡Que me arrimen el Primperán! ¿Ustedes gustan?.
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