Lo peor que tiene el escribir
todos los días en la contraportada de un periódico, el sueño
de muchos profesionales de la escritura, es echarse abajo de
la cama pensando ya que si no se recurre a la imaginación,
esa loca de la casa, difícilmente se puede cumplir el
cometido, por carecer de asuntos a los que sacarles punta.
Sobre todo en ciudades pequeñas.
Menos mal que en esta ciudad contamos con la inestimable
colaboración de un tonto de capirote; unos de esos tontos
que nacen cada cien años y cuyo comportamiento facilita la
tarea no sólo de los informadores, sino también de quienes
opinamos. O sea, que nos ayuda a ganarnos el jornal.
El tonto, como todos los de su condición, que ni es bueno ni
agradecido, anda últimamente desnortado; es decir, alocado;
en plan tontiloco y cosas por el estilo. En realidad, el
secretario general de Comisiones Obreras nunca dejó de ser
un idiota con ínfulas de liderazgo. Un imbécil moral, a
quien sus obcecaciones le han perdido en todos los sentidos.
En todos. Y se ha convertido en un político carcomido por el
rencor de saber que los ciudadanos le hacen en las urnas
higas como catedrales.
Hace ya bastantes años, dos mujeres se acercaron a mí,
estando yo en cierto local, cuando la noche era avanzada, y
me rogaron que hiciera todo lo posible en mis escritos para
destacar la figura política de Juan Luis Aróstegui. Y
hasta me dieron ciertas explicaciones: es tan aburrido y tan
poco dado a nada, que si no consigue un puesto de concejal,
no hay Dios que lo soporte. De modo que te pedimos que le
hagas el artículo. Y seguro que sabremos beneficiarte...
Eran otros tiempos, y uno, aunque más joven, mucho más
joven, supo aguantarse los... deseos y, por tanto, no aceptó
el envite. Una decisión de la cual me siento enormemente
satisfecho. Ya que a veces conviene desechar las
provocaciones lascivas por amor al prójimo. Máxime si el
prójimo tiene la cabeza puesta en otro sitio y es de natural
descuidado.
El secretario general de CCOO, a pesar de ser muy aburrido,
vamos, que es un tío que lleva el tedio metido en la cabeza,
tiene mucho tirón entre los suyos. Y entre esos pocos fieles
que lo consideran una lumbrera refulgente de esta ciudad,
los hay que están caídos de boca por él en todos los
aspectos.
Son los que en cuanto JLA se abre de boca y empieza a
largar, sienten cómo se les humedecen los bajos y manchan la
ropa interior con los jugos de ese placer interminable que
proporciona un muchacho que, de haber tenido la cara de
James Dean, seguro que habría propiciado escenas
inconmensurables de desatinos amorosos.
Si bien, por más que tenga cara de liebre, el secretario
general de CCOO ha logrado enamorar perdidamente a un hombre
de gallarda estampa, alto de estatura, enjuto de miembros,
grave de expresión. De boca ardiente y sensual, y una cabeza
romántica y adornada con todos los requisitos exigidos.
Hablo de Ramón Moreda del Valle Inclán. Pero
Aróstegui, aun reconociéndole a Moreda tanta belleza física,
nunca ha pensado en corresponderle porque no soporta la
halitosis de éste. Y es que a Queco, desgraciadamente para
quienes permanecen cerca de él, le huele el aliento a perros
muertos. O sea.
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