Se le nota a la legua que es un entrenador que ha tenido que
ducharse con agua fría y dejarse la piel en campos de
tierra. Es decir, Juande es un técnico cuya carrera
se ha forjado de abajo arriba. Y ese camino recorrido le
permite inculcar valores no muy apreciados en algunas
plantillas de equipos compuestos por figuras relevantes.
Voluntad, espíritu de sacrificio, y disciplina a rajatabla,
son armas necesarias en cualquier categoría y, por supuesto,
en los equipos más encopetados. Valores que resultan
imprescindibles cuando circunstancias diversas influyen
negativamente en el rendimiento del conjunto.
El Real Madrid de Schuster, por lo antedicho, era un
equipo a la deriva y que se movía en el césped a impulsos de
los futbolistas. Y sometidos a las directrices de un
muchacho inconstante en su juego, caprichoso, y poco fiable
en los momentos decisivos de cualquier encuentro. A quien se
le perdona todo. Y es que Guti pertenece al club de
los poetas como Valdano, Capa Relaño, director
del Diario As, y demás exquisitos de la cosa.
Con Juande, el equipo ha ganado 21 de 24 puntos jugados y un
partido de Copa de Europa. Y perdió en Barcelona, cuando
ello parecía ya imposible. Mas las críticas le llueven
porque el juego del equipo es aburrido. Y porque hace los
cambios adecuados, sin fijarse lo más mínimo en los nombres
de los sustituidos.
En momentos de crisis, por lesiones y por otras calamidades
internas de cualquier club, los entrenadores como Juande
Ramos son los únicos capaces de convertir el agua en vino.
Se impone dejarle en paz. Y hasta es posible que respirando
tranquilidad consiga que el Liverpool quede eliminado.
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