Afinales de 1989 empezó la Primera Guerra Civil en Liberia,
un país de la costa oeste de África ubicado junto a Sierra
Leona, al norte, y Costa de Marfil, al sur. Un estallido
provocado por la formación de los rebeldes que se
manifestaron en contra del gobierno de Samuel Doe, el primer
jefe de estado de Liberia que no provenía de la élite
américo-liberiana.
El conflicto bélico, la tragedia y unas condiciones de vida
precarias llevaron a gran parte de la población africana a
emigrar a otros países o continentes, dejando atrás un
legado cultural, religioso y social para encontrar una
tierra prometida donde construir los cimientos de una nueva
etapa. A principios de los años noventa y por caprichos del
azar, Isaac Spencer Smith llegó a la ciudad autónoma
solicitando asilo político; una circunstancia que, después
de casi dos décadas, se ha prolongado a lo largo del tiempo
hasta conseguir la nacionalidad española.
“Tenía unos 20 años cuando decidí dejar mi país, mi familia,
mis amigos. Precisamente mi padre estaba vinculado a uno de
los partidos políticos que se manifestaron a favor de la
guerra y yo no estaba de acuerdo. Entonces viajé hasta
Sierra Leona ya que allí había barco para desplazarme hasta
las Islas Canarias; iba de polizón. Y luego cogí otro barco
hasta llegar a Ceuta. Deambulé por las calles unos días
hasta que me intervino la policía y les expliqué mi
situación. Fueron los Hermanos Franciscanos de Cruz Blanca
los que me acogieron en la casa de El Príncipe donde estuve
casi doce años”, narraba Isaac.
Cuando sólo le quedaban dos asignaturas para ingresar en la
universidad, estalló la guerra en su país y no pudo concluir
sus estudios, aunque gracias a sus conocimientos de idiomas
como el inglés y el fránces, este ciudadano adquirió muy
pronto las primeras nociones del español. Leía libros y se
formaba de manera autodidacta hasta que comenzó a trabajar
descargando camiones en el puerto.
“Me contrataron en la agencia Partida y ya en aquella época
había renunciado al asilo político, quería ser
independiente. Me arreglaron los papeles y conseguí mi
documentación y la nacionalidad española. Luego me
especialicé en la construcción, estuve en cuatro empresas, y
en la estación de trenes, por eso conozco la historia de
esta ciudad”, argumentaba Isaac, con bastante entusiasmo en
su rostro.
La buena suerte o el gran corazón de muchas personas
facilitaron a este liberiano el asentamiento en la ciudad
autónoma, uno de los principales motivos que han impedido
que Isaac abandone esta tierra conviertiéndola en su propio
hogar. “Me han tratado siempre como un ciudadano más, nunca
he sentido discriminación, hasta el presidente de la Ciudad
me saluda. Yo no me puedo quejar de Ceuta, me ha tratado muy
bien, y me siento privilegiado a pesar de que he tenido una
vida dura”, confesaba.
Para completar su felicidad, Isaac encontró el amor en una
musulmana con la que actualmente está casado, siendo padres
de cuatro niños. Él mismo manifestaba: “Tengo trabajo, tengo
mujer, tengo casa y mis niños. No sé que tendría que pensar
para irme porque considero que Ceuta me lo ha dado todo”.
A pesar de los duras vivencias que ha tenido que soportar,
Isaac no ha cambiado: mantiene sus convicciones políticas y
religiosas, y aconseja luchar “por lo que realmente se
quiere”.
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