Urquía era un magnífico extremo hondureño, internacional
muchas veces con su país, a quien yo tuve la suerte de
dirigir en Segunda División A, durante mi paso por el
Mallorca. A Urquía lo vendimos al Alavés. En una época en la
cual este equipo comenzaba a hacerse notar. Y allí coincidió
con Jorge Valdano.
Urquía me llamaba por teléfono, a veces, porque se sentía
agradecido del trato que le había dispensado, y me contaba,
entre otras cosas, que Valdano era un jugador con una
voluntad extraordinaria y que su espíritu de sacrificio lo
ponía al servicio de cuanto hacía. De ahí que se le viera a
cada paso leyendo para hacerse con una culturita propia.
A partir de entonces, siempre me interesé por la vida
futbolística de aquel joven argentino, que llegó a España
casi de puntillas y que terminó jugando en el Zaragoza y en
el Real Madrid. Y, de paso, consiguió ser campeón del Mundo
como integrante de la selección argentina. Y, además, obtuvo
éxitos como entrenador.
Durante el partido Numancia-Madrid, días atrás, y como
glosador de la Sexta, le dio por hablar de Makelele
con elogios más que merecidos para éste. Y hasta contó una
anécdota de Alfredo Di Stéfano para reforzar lo que
él estaba diciendo. Eso sí, se le olvidó contarnos que él se
opuso a la renovación del jugador francés, en su momento.
Decía que el mercado estaba saturado de futbolistas como
Makelele. Y éste, claro, fichó por el Chelsea. Valdano ha
perdido el oremus.
|