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OPINIÓN - DOMINGO, 8 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

El Centro Gallego
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Me invitan a una comida organizada por el Centro Gallego en la quinta planta del Hotel Tryp. Y, aunque nunca había participado en un acontecimiento celebrado por esta asociación, me da en las pituitarias que me lo puedo pasar más que bien. Acepto encantado. Y acierto plenamente. Puesto que la comida ha sido un éxito indiscutible.

Un éxito de público: ya que cien personas han asistido a la comida. Y ellas han hecho posible que en el salón del hotel haya reinado la alegría durante varias horas. Una alegría contagiosa. Que se ha ido extendiendo de una mesa a otra hasta que el local se ha visto invadido por un bullicio festivo incomparable.

He compartido mesa con varios matrimonios. El formado por José Antonio Rodríguez y esposa; Mabel Deu y su marido, Jaime; Enrique Palomino y Paquita; Adela Nieto y Antonio, y he disfrutado con la conversación de Ángel Díez Nieto.

He departido, durante un buen rato, con Juan Vivas y Pedro Gordillo. Nos hemos reído con algunas anécdotas que han salido a relucir y me he alegrado de ver que el vicepresidente ha vuelto a mostrar su mejor semblante. Los dos han estado muy amables conmigo. Y a mí, por tanto, sólo me cabe referirlo.

Pero el personaje de la tarde ha sido Raimundo Romero: secretario de la asociación. Un animador extraordinario. Que nos ha hecho pasar unos momentos estupendos. Raimundo, a quien no tenía el gusto de conocer, ha sido capaz de amenizarnos la fiesta con sus intervenciones, tan atinadas como medidas. De modo que he salido del establecimiento encantado de saber que todavía hay personas con esa capacidad de hacer que los demás sonriamos y nos lo pasemos la mar de bien.

Raimundo, durante el rito clásico de preparar la queimada, ha estado magnífico pronunciando una de las “bienaventuranzas”. Y a continuación ha hecho gala de su enorme sentido del humor mientras dirigía el sorteo de una serie de regalos. No faltaron tampoco las palabras cálidas, aderezadas con ironía, de Rogelio Martínez, el presidente.

Ni que decir tiene que el menú fue excelente. Y que todos los invitados nos hemos sentido gallegos durante varias horas. Y que podría ir enumerando detalles destacados, con que los dirigentes del Centro Gallego han conseguido deleitarnos. Lo cual es de agradecer, sin duda, sobre todo para darnos cuenta de que actos así son muy necesarios.

Sonó el acordeón y la letra de “A Rianxeira” endulzó el ambiente. Y entonces me acordé de que tenía que escribir estas líneas y que apenas me quedaba tiempo para ello. Y salí pitando del salón de la planta quinta del Tryp, no sin antes despedirme de las personas más cercanas. Cuando todas ellas estaban disfrutando de lo lindo. En fin, que no he tenido más remedio que decirle a Raimundo, secretario de la asociación, que no deje nunca de invitarme a cualquier acto que celebren.

Y debo añadir, porque lo creo conveniente, que en la planta baja del Hotel Tryp, Andrés Martínez, mi estimado Tato, estaba recibiendo un homenaje por parte de todos los ingenieros técnicos de esta ciudad. Le prometí bajar y brindar con él, pero me ha sido imposible. Ya brindaremos cuando nos veamos. La columna de hoy está hecha deprisa y corriendo. Y ya no sé si subo o si bajo.
 

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