La violencia contra las mujeres ha estado presente en la
vida de éstas en todas las épocas y se ha mantenido a lo
largo de los tiempos debido a la tradición cultural y a
numerosos prejuicios y estereotipos que existen acerca de
las mujeres y de cuál debe ser su posición en la estructura
social. La única diferencia con la actualidad es que antes
la violencia estaba normalizada y por lo tanto no tenía
reconocimiento como tal.
Con el movimiento feminista de los años 70 empiezan a surgir
acciones organizadas que consiguen tener un impacto social y
que abren el camino a que el problema pase del ámbito
privado al público.
Hoy en día, tanto en España como a nivel europeo e
internacional se reconoce la violencia de género como un
problema de primer orden y existen instituciones encargadas
de la lucha para su erradicación. Las medidas y los
esfuerzos para prevenir, detectar y destruir este tipo de
violencia son cada vez mayores y complejos aunque todavía
queda mucho por hacer.
Origen de la violencia: género y cultura.
Un concepto fundamental para empezar a entender este
fenómeno es el de género. A menudo se suele confundir los
términos sexo y género a pesar de que son diferentes. El
sexo hace referencia a las características biológicas con
las que nacemos mientras que el género es un constructo
cultural que aplica unos determinados rasgos según seamos
hombres o mujeres. Por tanto las características de género
aplicadas a cada sexo no son innatas sino que dependen de la
cultura.
Nuestra sociedad occidental se caracteriza por tener una
estructura jerárquica y patriarcal, es decir existen grupos
sociales estratificados y además en estos grupos unos mandan
y otros obedecen, por tanto no existen las relaciones
igualitarias sino las de poder y obediencia. Por otra parte
al ser patriarcal es el hombre el que se coloca en la
posición superior. Desde la religión tampoco la mujer ha
salido muy bien parada. Dios es el Padre todopoderoso
mientras que María es elegida por Él para ser madre de
Jesucristo, también hombre. María representa los valores de
la maternidad, la virginidad y la entrega total, su función
es la de sumisión al varón. La doble moral sexual se tolera
para el varón, mientras que la mujer sufre todo tipo de
castigos por el mismo comportamiento. Otro caso es el de
Eva. Dios la crea a partir del hombre y como distracción
para éste y es ella la culpable de la expulsión del paraíso.
Aparecen así los dos tipos de mujer diferenciados y
dicotómicos: la madre, asexuada y servicial o la mujer
seductora, malvada y sexual.
Por otra parte también la ciencia se ha encargado de
difundir todo tipo de mentiras sobre las mujeres con el fin
de mantener el orden establecido, sus cuerpos y sus mentes
se consideraban inferiores a las del varón, hechos que han
quedado totalmente desmentidos en la actualidad.
Nuestra cultura actual sigue vendiéndonos el amor romántico
como el ideal de la relación de pareja en el que la mujer
renuncia a todo por su hombre y en el que el amor debe ser
el centro de nuestras vidas. Encontrar al príncipe azul que
nos llene y nos complete y que nos haga felices para
siempre. La música, el cine, la televisión, etc siguen
transmitiendo éste mensaje de dependencia de la persona
amada.
Todo este proceso cultural ha hecho que la mujer en la
formación de su identidad lógicamente haya interiorizado los
valores típicos atribuidos al género femenino como son la
obediencia, el cariño, la paciencia, la dependencia, el
cuidado de la familia, la resignación…el hombre sin embargo
asume rasgos como la valentía, la fortaleza, la autonomía y
la agresividad. Así se convierte en el cabeza de familia
mientras que la mujer se dedica al cuidado y servicio del
hombre y de los hijos.
Es esta situación desigual la que durante años ha sentado
las bases del maltrato a la mujer ya que el hombre ha
considerado legítimo y normal tomar las decisiones oportunas
y tratar a la mujer como un objeto de su propiedad e
inferior a él. Hoy en día se puede pensar que estas
circunstancias han cambiado mucho y que las relaciones entre
hombres y mujeres son igualitarias sin embargo en el
inconsciente colectivo sigue estando muy imbricado el
prejuicio contra la mujer. Por otra parte en la propia mujer
esta cultura machista ha dejado una profunda impronta muy
difícil de borrar y que es la que ha provocado que haya
muchas mujeres que permanezcan en una situación de maltrato
El ciclo de la violencia
Cuando un hombre educado en una cultura machista y que ha
interiorizado como propios los valores de esta cultura
empieza una relación con una mujer espera que se comporte
según lo establecido. La mujer educada en el modelo
tradicional femenino aceptará las reglas de su hombre e
incluso considerará los celos o el control de su pareja como
una demostración de amor.
El proceso de la violencia es muy complicado y no surge de
un día para otro sino que va desarrollándose poco a poco. El
hombre violento empezará a exigir cada vez más a su mujer e
irá minando sutilmente su autoestima y autonomía hasta
conseguir que ésta sea totalmente sumisa. El hombre lleva a
cabo una estrategia integrada en la que pretende conseguir
básicamente: el aislamiento de la mujer ( para que le sea
más difícil pedir ayuda), la dependencia ( a través de la
humillación que la hará más vulnerable) y el pánico y la
intimidación (romper objetos ,gritos ,golpes…)También
utilizará todo tipo de chantajes emocionales con el fin de
hacerse la víctima y conseguir que la mujer desarrolle un
sentimiento de culpa por la situación.
La investigadora estadounidense Eleonore Walker describió en
1979 el “ciclo de la violencia” resultado de su experiencia
en el trabajo con mujeres maltratadas descubriendo que este
tiene tres fases: la fase de acumulación de tensión, la de
agresión y la de reconciliación. En la primera fase el
hombre se muestra cada vez más hostil y aumentan las
discusiones y las demandas por parte de éste. Todo lo que
hace su mujer le molesta y se muestra constantemente
irritado. La mujer intenta complacerle con tal de controlar
la “bronca” aunque al final será inevitable y llega la fase
de agresión. El hombre utilizará la violencia ya sea
psíquica, sexual o física. La mujer suele sentirse impotente
y débil por no haber sabido controlar la situación.
Posteriormente el hombre se arrepiente pidiendo perdón a la
mujer con todo tipo de promesas, se desvive por ella o
incluso le hace regalos, estamos en la fase de
reconciliación o “luna de miel”. Este arrepentimiento es el
que hace albergar en la mujer la esperanza de cambio por
parte de su pareja y lo que le lleva a perdonarle. Si tras
la agresión le había denunciado será en este momento cuando
decida retirarla y darle otra oportunidad. Sin embargo con
el tiempo cada vez se van repitiendo más la fase de tensión
y la de agresión y va desapareciendo la fase de
conciliación, por lo que cada vez resulta más difícil
aguantar la situación. Salir de este ciclo violento es muy
difícil y aunque se consigue suele pasar mucho tiempo hasta
que la mujer llega a tomar conciencia real del problema y
decide dar algún paso.
Las microviolencias
Otro tipo de violencia mucho menos evidente pero no por ello
menos traumática es lo que se he llamado micromachismo o
microviolencia. Aunque actualmente la sociedad ha tomado
conciencia de la gravedad del problema de la violencia de
género solo se reconoce esta violencia en los casos de
muerte o agresiones graves. Pero la violencia no es sólo el
golpe. Existen muchas otras formas de agresión que persiguen
el mismo fin de dominio y control de la mujer, aunque se
practican con artes más sutiles. Cada vez se dan más casos
de mujeres que acuden a los servicios sanitarios aquejadas
de estrés, fatiga crónica y un malestar psicológico cuyo
origen son incapaces de identificar. Esto ha llevado a que
en la mayoría de los casos se atribuya este malestar a la
personalidad o a motivos intrínsecos a la mujer y no se
consideren los factores externos que han podido desencadenar
estos síntomas. Normalmente la mujer que ha sido socializada
para comportarse según los roles de su género intenta llevar
a cabo todas las funciones de las que se cree responsable.
De una mujer se espera que sea cariñosa, buena ama de casa,
madre abnegada, fiel esposa, y hoy en día una brillante
profesional. Todo esto sin despeinarse y manteniéndose bella
y apetecible para cualquier hombre. La frustración que
supone no poder cumplir con estas expectativas imposibles va
llevando a la mujer a un estado pésimo de autoestima y a
desarrollar un sentimiento de malestar por haber
“fracasado”.
Por otra parte, en las relaciones de pareja, el hombre, que
desea continuar disfrutando de las ventajas que le otorga su
género intentará desarrollar todo tipo de pequeñas “trampas”
para mantener el estatus quo que tanto le beneficia. Muchas
de estas acciones cotidianas no son planeadas
deliberadamente ni con mala intención por parte del hombre
sino que son mecanismos que han aprendido en su
socialización como varones. En el ámbito de las tareas
domésticas sigue siendo la mujer la principal responsable de
llevarlas a cabo y el hombre en el mejor de los casos se
dedica a ayudar pero siempre teniendo en cuenta que son
“obligaciones femeninas”. Lo mismo ocurre en el cuidado de
los hijos y la familia. El hombre queda eximido de cualquier
responsabilidad debido a su “no saber hacer” y obliga a la
mujer a duplicar sus esfuerzos abusando de su tiempo y
disponibilidad.
Existen también como señala Luis Bonino en “Revista
Argentina de Clínica Psicológica” otro tipo de
micromachismos llamados micromachismos encubiertos. Estos
son muy sutiles y se sirven sobre todo de la manipulación.
El hombre somete a la mujer a ciertas leyes masculinas a
través de las cuales conseguirá mantener el dominio sobre
ésta pero siempre sin parecer querer pretenderlo. Imponer el
silencio o aislarse, descalificar o desautorizar y
minusvalorar los propios errores, suelen ser entre otras las
tácticas más comunes para conseguir someter a la mujer a sus
deseos y necesidades.
Los efectos de todas estas pequeñas violencias pueden llegar
a producir en la mujer efectos muy dañinos en su estabilidad
tanto psíquica como física y son muy difíciles de detectar
dada su práctica invisibilidad. Es muy importante que los
profesionales de la salud sepan de su existencia y puedan
dotar a la mujer de técnicas y armas psicológicas para
contrarrestar sus efectos y poder paliarlos. De igual modo
es fundamental empezar a considerar el origen cultural de la
violencia con el fin de crear modelos más igualitarios donde
hombres y mujeres empiecen a convivir en paz.
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