De todos es sabido que hablar en público no es nada fácil.
Cualquiera, por muy atrevido que sea, no sirve para el
desarrollo de la vida política. Son los menos, escasos los
elegidos que pueden presumir del don de la palabra.
Requisitos indispensables como reflejos, velocidad de
respuesta, vocalización, comprensibilidad del mensaje,
espontaneidad… en definitiva, se debe perseguir la claridad
y sencillez expresiva. Lo que podríamos descifrar como
ingenio locuaz. En absoluto resulta cómodo tener que
transmitir nuestras ideas a los de enfrente, aún peor cuando
se es consciente de que eres centro de atención y que están
con la antena puesta un alto número de pabellones auditivos.
Por estos días viene siendo actualidad el porte lingüístico
de nuestra ministra de fomento, en la Corte del presidente
Zapatero, Magdalena Álvarez. La que tiene “liá” esta
aprendiz de Demóstenes, para sus partidarios, “Maleni”. Un
encanto de criatura que habla como los ángeles y nos
recuerda un caso similar que a diario frecuenta los pasillos
del palacio ubicado en plaza de África. Por los mordiscos
con los que castiga su dialecto, del constante atropello de
las frases que intenta construir y para algunas el
“chulesco” descaro que esgrime frente a los micrófonos, esta
malagueña llegada a lo más alto, se ha ganado a pulso lo que
le viene encima.
La realidad es que no hay por donde cogerla. La cuestionada
trovadora alega en su excusa que se le multiplican, se
empujan unas a otras, demasiadas ideas en su cerebro y
claro… no acierta en sacarlas adelante medianamente
entendibles. ¿La comprenderán en su casa?.
Qué duda cabe, escribir es otro asunto. No existe discusión
alguna que acarrea sus escollos, hay que poseer arte para
juntar letras pero, debemos que reconocer que la pluma se
lleva con más calma, manejas tus pausas, controlas el
tiempo, incluso, se te permite rectificar sin que mortal
alguno te arroje el aliento en el cogote. Asimismo, tienes
la ventaja de hallar un “negro” que fabrique el trabajo, por
consiguiente en la absoluta oscuridad, y acción continuada,
lo pase al firmante. Simples maniobras que se podrían dar
sin que se disipara la autoría del jornalero.
Retomando el hilo de la retahíla que lucen nuestros
regidores y ciñéndonos al ámbito de casa, la tónica general
se podría determinar como un enorme bostezo.
Congratulaciones a sus señorías, refuerzan lo correcto al
imponer la larga distancia y hacer prevalecer el respeto
mutuo. Amplia gama de elegantes modales. Aunque de vez en
cuando no vendría mal para levantar el interés de la
clientela, alguna que otra chispa o encendida posturita
encontrada que se saldara con algo atípico a una ensalada de
ósculos. Eso, que para enganches y echarse en cara el
oportuno reproche no nos quedaría más remedio que remontar
algunas fechas atrás, a tiempos en los que bajo la mesura
del maestre de turno la cota se situaba a una considerable
altura.
¿Volverán las inteligibles golondrinas?.
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