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OPINIÓN - VIERNES, 6 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / LAS NOTAS DEL QUIM

Sabia decisión
 


Quim Sarriá
quimsarria@elpueblodeceuta.com

 

Estamos de nuevo con el sol, brillante y luminoso, encima de nuestras cabezas tras pasar unos largos días muy parecidos a los que pasan los lapones y con un tiempo más parecido al que corre por las islas caribeñas que por estas latitudes.

Sol que desde muy temprano entra de lleno en casa y me deslumbra totalmente al intentar escribir éste artículo. Como no puedo mover la herramienta de trabajo, muevo la persiana aunque reste calor en el entorno. La ubicación de mi casa en el concepto paisajístico de la gran ciudad es formidable: sus tres fachadas reciben de pleno el sol en cada hora correspondiente, obvio cuando el día no amanezca nublado.

En fin, una simple nota de la cotidiana vida de uno con la que inicio este artículo que tratará sobre urbanismo dentro de las pautas a las que alcanzo con dificultades porque no soy tan erudito como quisiera.

Todo el mundo sabe que la institución fundamental del urbanismo en España, como en el resto de países, es la ciudad.

La utilización de las herramientas de urbanismo por instituciones oficiales y/o personas carece normalmente de un criterio homogéneo y unificador para definir la ciudad y puede clasificarse en cualitativo o cuantitativo.

A pesar de que los especuladores juegan fuerte en este aspecto del urbanismo, el cuantitativo (permite medir y comparar espacios), todos debemos insistir en que prime el aspecto cualitativo por su condición fisonómica y morfológica, cosa que no ocurre a menudo.

Así y todo, las competencias sobre urbanismo, aunque sea la ciudad el primer fundamento del mismo, ha de ser regida por entes superiores que controlen el ejercicio de manera uniforme y adecuada a las condiciones imperantes en los respectivos territorios.

En el caso de nuestro país, al existir gobiernos de comunidades autónomas, el gobierno central está plenamente condicionado a delegar esa competencia en ellos, toda vez que resultaría imposible controlar todo el territorio peninsular e insular por un solo ente sin que surjan desavenencias o situaciones abusivas.

Ahora bien, para asumir estas competencias, las instituciones deben saber que dominan un instrumento que abarca todo su territorio, con sus ciudades, pueblos y aldeas para que la cosa no se desmadre, escribiendo en sentido llano.

La decisión de las autoridades de nuestra ciudad, de no asumir las competencias de urbanismo, es una decisión sabia y necesaria que obligará al Gobierno de la Nación a estar más pendiente de ella en la dinámica urbana.

Todo lo contrario de Melilla, que al insistir en querer las competencias sobre urbanismo, destapa la olla de la desconfianza hacia los políticos que la gobiernan sin obviar que, en el hipotético caso de que el Estado cediera las competencias, tendrían que subsistir con sus propios medios financieros y, además, crear un impuesto especial (IVA, o de lujo) porque tendría que aportar a las arcas estatales la parte correspondiente de los mismos y ello llevaría irremediablemente al fraude, si no a la bancarrota ciudadana.

Disponer de las competencias de urbanismo está bien cuando se trata de gobernar sobre un mínimo de cincuenta poblaciones, que mueve mucho, pero no encaja en el concepto de ciudad solitaria porque entonces el desmadre sería demasiado complejo y oneroso para la propia ciudad.

Bueno, doctores hay en el país que expondrían, mucho mejor que uno, los complejos sistemas que arropan las competencias de urbanismo, pero con algo he de llenar esta ventana ¿no?

En fin, poco me queda ya en mi etapa de empleado parcial cumplidor del turno de 2009 y quitarme de encima las complejidades de la arquitectura, con sus dimensiones y demás, para dedicarme de lleno a no hacer nada el resto del año. Bueno, es un decir, hacer, algo haré para no pasarla canutas con la crisis porque el poder adquisitivo de uno está por los suelos.
 

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