El tiempo deslució un Arriado de bandera en el que participó
una sección del Regimiento de Caballería Montesa 3.
En las inmediaciones de la Comandancia General, apenas una
veintena de personas aguantaron estoicamente la bajada de
una bandera que ayer ondeaba con ganas en el mástil situado
frente a la fachada del Cuartel General. Pero los militares,
fieles a su estilo bizarro, capearon los vientos y las
lluvias para no faltar a la cita castrense. Vidal de Loño,
el comandante general, ordenó que, mientras no hubiera un
aguacero, el acto se mantendría. Es más, cuando dio por
concluido el Arriado, apenas se dirigió a un par de personas
que aguantaban impenitentes y fieles a la tradición militar.
El comandante Carrero afirmó que hasta “el último momento”
habían estado pendientes de la climatología. “Para nosotros
es un orgullo poder venir aquí”, valoró. La última vez que
Caballería participó en un arriado fue en noviembre. En esta
ocasión, fue una sección de Caballería y la Banda de Guerra
de Plaza la que protagonizaron la sesión. La alférez Susana
Piqueras y el sargento David Gómez pusieron la corona de
laureles, mientras que Pablo Ríos, uno de los tres jefes de
pelotón, mandó al grupo encargado de arriar la enseña.
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