Uno, en su cotidiano andar por las
calles de las ciudades es testigo de mil y un hechos que no
interesa, en realidad, a los medios de información. Hechos
banales pero que contienen todo un mundo de acción
imprevisible.
Una de las cosas que siempre me han fascinado, por la
estética que por otra cosa, es ver a los cientos de
mendigos, que pululan por todas las calles de todas las
ciudades del mundo, viviendo su vida de una manera tan
miserable.
Muchas veces, menos de las que quisiera, les he ofrecido
dinero, comida, tabaco, etc. A cualquier mendigo que me
encuentro por la calle ocasionalmente y dispongo, en ese
momento, de sobras con las que ofrecérsela. A fin de cuentas
uno no es rico como para acoger a todos los mendigos sueltos
y mantenerlos.
En realidad, la mayoría los mendigos son gente inofensiva,
que no se mete con nadie si no lo molestan y vagan por ahí
desconociendo a todo el mundo. En mi ciudad, “tengo” un
mendigo fijo, que siempre anda por la Gran Vía con la
camiseta subida en la cabeza, sin afeitar y con las uñas más
negras que el diablo, si es que éste las tiene negras. Suelo
ofrecerle tres o cuatro cigarrillos, alguna vez le ofrecí
comida y la tiró despechado al suelo. Desde entonces no le
ofrezco más que cigarrillos.
Hubo un momento, mientras tomaba el té moruno al que soy muy
aficionado, en que se acercó con la mano extendida… tan
extendida que metió los dedos adornados con negrísimas uñas
en el vaso del té. Cabreado, más o menos, le echo una bronca
que lo asusta y se larga murmurando entre los pocos dientes
que tiene. Luego me río del lance ¿qué podía hacer?
Ahora bien, me extraña muchísimo la noticia de que un
mendigo afronta un año y medio de cárcel por robar una barra
de pan de esas de a cuarto y cuyo precio real no suele subir
los 30 céntimos de euro.
Según las declaraciones de la dependienta de la Panadería
“El Pan” de Badalona, un mendigo entró en el establecimiento
y agarró una barra de pan, al darse cuenta ella de que se la
quitaba, agarró la otra punta del mismo y forcejeó tanto con
el mendigo que, según ella, le agarró por el cuello y siguió
tirando del pan hasta que éste se partió por la mitad y se
lo llevó corriendo.
Vamos a ver, si no se trata de un pan más duro que la
mollera de quién acusa de este robo, es totalmente imposible
que el pan NO SE PARTIERA INMEDIATAMENTE si dos fuerzas
opuestas tiran de él, aunque una de esas dos fuerzas sea más
débil que la otra (imagino que la débil será la del mendigo,
porque estaría muerto de hambre).
Lo de agarrar el cuello de la dependienta porque no
conseguía quitarle el pan me parece una trola que no se la
salta nadie. Así se constituyen las acusaciones.
¿Qué podía importarle a la dependienta de la panadería un
panecillo que no hundiría el negocio? ¿Porqué asegura que la
agarró por el cuello? ¡Válgame quien sea! ¿Por un panecillo?
Lo raro es que después, al llamar a los mossos d’esquadra,
declarara que la agarró por las solapas… ¿cuello o solapas?
Lo risible de todo esto es que la dependienta no acudiera a
juicio, pese a ser citada insistentemente, y la fiscal basó
su acusación en la declaración, como testigos, de tres
mossos d’esquadra, que ni siquiera estaban presentes cuando
ocurrieron los hechos, que relataron lo que la dependienta
les había comunicado.
Así se escribe la mayoría de las acusaciones que esta
Justicia, ciega y sorda, se vale para condenar a quienes no
pueden defenderse porque bastante tienen con defenderse
viviendo cada día en un mundo tan hostil para ellos. Una
mentira de cualquiera sirve para hundir la vida de uno que
ya está bastante hundido. Además lo juzgan en rebeldía
porque no tienen sus señas de residencia, ¿creen que los
mendigos viven en domicilio fijo?... entonces son serían
mendigos.
Para los pobres que no tienen atractivo mediático vale lo de
juzgarlo en rebeldía, todo lo contrario de aquellos que sí
tiene tirón mediático, caso de Juana Chaos, que insisten en
citarlos aunque vivan en el Polo Norte y no lo juzgan en
rebeldía. ¡¡Qué país!!
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