Si a cualquiera de las ciudades se
le presentan problemas, que en un tanto por ciento
considerable les vienen de fuera, a Ceuta la mayor parte de
los conflictos que le salen al paso tienen que ver, de una
forma o de otra, con la frontera y con el otro lado de esa
frontera.
Debiera ser un lugar tranquilo ese, puesto que el paso
normal no es tan voluminoso como para crear problemas, pero
lo normal aquí es la excepción, mientras que lo “paranormal”
o “extra normal” es la tónica diaria, para Ceuta y para
quines tienen que estar junto a la frontera cubriendo su
servicio.
Nunca me gustó una barrera que frene o que no permita la
libre circulación de las personas, pero siempre fui
partidario de que para esa libre circulación hay que ir con
la documentación en regla, sabiendo a donde se va, a qué se
va, con que intenciones se va y con todo lo que haga que uno
marche libre pero responsabilizándose de esa libertad que
tiene.
Digo que nunca me gustó una barrera que frenara a las
personas, porque mis muchos años de estancia en Alemania, en
la del oeste, me llevó a ver aquel muro nefasto de
separación que, afortunadamente, ya desapareció.
Aquel muro, sin embargo, era la parte opuesta a las barreras
que nos podemos encontrar aquí, un muro para no dejar salir
de unos territorios, porque los dirigentes de aquel “¿país?”
que se llamaba Alemania Democrática defendían cualquier cosa
menos lo que en occidente entendemos por democracia.
Aquí en Ceuta, que es lo que nos interesa, la valla o la
barrera que delimita el terreno español del marroquí es otra
cosa. Es el cierre a una puerta que sería desorganizada,
para que esto no se convierta en el “nido” y el paso de
multitudes de personas, los unos, es cierto, huyendo del
hambre y de la represión, los otros, muchísimos, buscando el
camino libre hacia Europa en busca de comida, muchos de
ellos, pero tratando otros de encuadrarse en mafias y
actividades que sembrarían Europa, más de lo que está con la
llegada masiva de muchas gentes desde la Europa del este, de
gentes que intentan imponer, a su manera, unas “leyes” que
no encajan en las sociedades de la Europa democrática de
hoy.
España, que ha sido cruce de caminos, ha tenido que
soportar, a lo largo de los siglos, cosas buenas venidas de
fuera, pero también ha corrido el riesgo de soportar todo lo
peor que nos podía caer encima.
Y aquí no se trata de razas o culturas, aquí se trata de
personas, del color que sean y de las creencias que tengan,
pero ya es lamentable que para frenar esas “invasiones”,
“pacíficas” o no, nuestras fuerzas de seguridad se la estén
jugando siempre, y si alguno de estos agentes tiene la mala
suerte de que en un caso dado “se le ha ido la mano” en un
alboroto de los que intentan montarles, ahí tendríamos a los
“progres baratos”, a los del mundo abierto para todos, de
cualquier forma, “berreando” y tildando a la Policía de
cualquier cosa menos de ser los defensores del orden, que es
lo que han hecho, hacen y van a seguir haciendo, y que
nosotros debemos saber valorar.
Me duele que la Policía tenga que realizar en la frontera
disparos al aire al haber sido apedreada, pero lo que más me
duele es que todavía no hayamos logrado valorar el trabajo
de nuestra Policía y haya quien ponga en tela de juicio su
valía y su profesionalidad.
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