Hacía muchos años que nos
conocíamos. Habíamos hablado cientos de veces y sobre
cuestiones personales, de esas que sólo se comentan con las
personas de confianza. En los últimos meses habíamos
analizado muchas veces la situación del instituto, por donde
era por donde mejor se podía ir y las dificultades para
poder poner en su sitio ciertas circunstancias que se dan a
cada instante. En el análisis de esos temas es en los que te
dabas cuenta de que siempre estaba en su verdadero sitio y
con quien tenía que estar.
Serio y trabajador, nunca entraba en los “asuntos de poco
más o menos “. O era una cuestión seria o él pasaba del
tema.
Últimamente estaba más serio, pero su semblante era siempre
el mismo, muy templado, sin dar un paso en falso, porque
antes de decir una cosa la había pensado.
No tenía miedo a abordar ningún tema del instituto y en
absoluto le asustaba cualquiera de las cosas que iban
surgiendo en el día a día. Sabía que había aceptado un cargo
y que cuando llegara junio lo dejaría con la misma dignidad
que lo había asumido.
No ha llegado a junio y bien que lo vamos a notar todos,
especialmente los que éramos sus amigos y teníamos contactos
a diario.
El lunes no coincidí con él en el instituto, la última vez
que hablé con Fernando fue el pasado viernes. Un día antes
había tenido uno de los problemas que, por desgracia, se
vienen dando con demasiada frecuencia en el instituto y que
los organismos superiores o no saben o no pueden solucionar.
Lo del jueves fue “gordo”, yo lo presencié en su mismo
despacho y me resultó uno de los incidentes más
desagradables, el que más, de mis casi cuarenta años de
profesor, y he pasado por varios institutos.
Pero también en momentos como ese sabía actuar y no le daba
más que la importancia que tenía, pero, como hombre
calculador, buen cuidado tuvo de tomar nota exacta, en lo
que contribuí. Creo que este fue el último gran servicio de
Fernando al instituto, y ojalá haya servido de algo.
Después ..., pues ya nada más. Un día negro, uno de esos
días que no debieran haber amanecido, se lo ha llevado para
siempre el lunes, sin molestar a nadie, sin decir nada, ni
siquiera a los más íntimos... ¿Por qué es tan cruel la vida
con personas que son responsables?. Porque Fernando lo era y
cuando algo no le gustaba lo decía sin tapujos, con nobleza,
con sinceridad y sin dejar el más mínimo poso tras ello.
Cuando, sobre las nueve y media de la noche del lunes, desde
la redacción del Pueblo de Ceuta me llamaba David y me decía
que Fernando había fallecido, se me quedó cortada la
respiración, yo no lo podía creer, hubiera querido no
creerlo, deseaba que aquello fuera un error de comunicación,
pero David ya lo sabía muy bien y a los pocos minutos yo lo
comprobaba por otra dirección. No había posibilidad de
error, era cierto.
Ahora ya todo es pasado. A partir de ahora, como yo decía en
la entrevista que le hice no hace más que dos semanas, uno
de los directores más jóvenes de la historia del Siete
Colinas se nos ha ido en plena juventud.
A partir de aquí, es natural, el instituto va a seguir, pero
un poco de forma diferente, no será todo igual, sus amigos,
yo lo era, tendremos ahí un vacío que será muy difícil
rellenar.
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