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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 4 DE FEBRERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

El poder envejece
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Aunque parezca mentira, yo he hablado con Pedro Gordillo cinco veces, desde que me lo presentara Guillermo Cherino, un día de 1982, en un bar del Morro. Por lo tanto, me es posible recordar mis encuentros con él: dos de ellos los empleé para entrevistarle. La primera entrevista se la hice siendo director del MEC; la segunda, por ser presidente del Partido Popular.

Antes de esas entrevistas, habíamos tenido tiempo para discutir en sitio público, por cuestiones que no vienen al caso; y luego, se nos presentó la oportunidad de charlar en la barra del Tryp, acompañados por Juan Manuel Doncel. Ocurrió el 12 de noviembre de 2008. Cuando Gordillo y Doncel acudieron al hotel para saludar a la portavoz del PP en la Comisión de Igualdad del Congreso, Sandra Moneo (Ah, se me olvidaba: con anterioridad, habíamos cruzado unas palabras en la última Feria de la Construcción).

Pero antes de seguir adelante, he de confesar que la censura de un artículo donde criticaba yo cierta gestión de Gordillo, en un periódico donde llevaba escribiendo ya casi once años, motivó mi decisión de cambiar de aires. De la censura tengo pruebas. Queda claro, pues, que hasta ahora no ha existido terreno abonado para que entre este hombre y yo germine la simpatía y empatía. Lo cual tampoco debe ser obstáculo para que esas distancias existentes entre ambos, que las ha habido, me obnubilen a mí las ideas a la hora de opinar de sus actuaciones como político. Porque antes de ponerse a escribir es preciso saber mirar con simpatía lo que se siente, sin odio, sin piedad, sin cólera. Simplemente, con simpatía.

De no ser así, es decir, si tratamos de ensañarnos con alguien, las palabras saldrán atropelladas; las frases descompuestas; y hasta diremos cosas de las que pronto deberemos arrepentirnos. En suma: es bueno emplear la ironía cuando se escribe, por muy difícil que sea su logro; con ella, y parafraseando a Flaubert, se sabe lo que no se debe decir.

Y voy ya al grano: Pedro Gordillo ha conseguido ser un político poderoso en esta ciudad. Axioma (verdad que no necesita demostración). Del poder se ha escrito mucho y se han hecho innumerables citas. He aquí algunas: “El poder corrompe, pero la falta de poder corrompe absolutamente”. “El poder tiende a ser taciturno”. “El poder consolida más que corrompe”. “El poder envejece”.

Gordillo no deja a nadie indiferente. Sería absurdo no reconocer que hay muchas personas, pero muchas, que lo tienen en alta estima; como hay otras, bastantes, que lo tienen enfilado; y luego están las que tratan de estudiar al personaje. Y procuran enjuiciarlo con sus virtudes y defectos de humanos. Posición inmejorable para seguirle los pasos y poder hablar de Gordillo, cual cargo importante.

“El poder envejece”. Claro que envejece. De hecho, el último arrechucho que tuvo Gordillo es prueba evidente de que, por más carácter que tenga una persona, los disgustos, las críticas acerbas y las murmuraciones preñadas de maldades, causan estragos en la salud de la persona puesta cada día en la picota.

Hace pocos días lo advertí: los enemigos de Pedro han creído que es el momento para atizarle. Terapia: Vivas y Gordillo han de unirse más que nunca. Ambos se necesitan. Y necesitan, además, no dar pie a las habladurías.
 

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