Aunque parezca mentira, yo he
hablado con Pedro Gordillo cinco veces, desde que me
lo presentara Guillermo Cherino, un día de 1982, en
un bar del Morro. Por lo tanto, me es posible recordar mis
encuentros con él: dos de ellos los empleé para
entrevistarle. La primera entrevista se la hice siendo
director del MEC; la segunda, por ser presidente del Partido
Popular.
Antes de esas entrevistas, habíamos tenido tiempo para
discutir en sitio público, por cuestiones que no vienen al
caso; y luego, se nos presentó la oportunidad de charlar en
la barra del Tryp, acompañados por Juan Manuel Doncel.
Ocurrió el 12 de noviembre de 2008. Cuando Gordillo y Doncel
acudieron al hotel para saludar a la portavoz del PP en la
Comisión de Igualdad del Congreso, Sandra Moneo (Ah,
se me olvidaba: con anterioridad, habíamos cruzado unas
palabras en la última Feria de la Construcción).
Pero antes de seguir adelante, he de confesar que la censura
de un artículo donde criticaba yo cierta gestión de
Gordillo, en un periódico donde llevaba escribiendo ya casi
once años, motivó mi decisión de cambiar de aires. De la
censura tengo pruebas. Queda claro, pues, que hasta ahora no
ha existido terreno abonado para que entre este hombre y yo
germine la simpatía y empatía. Lo cual tampoco debe ser
obstáculo para que esas distancias existentes entre ambos,
que las ha habido, me obnubilen a mí las ideas a la hora de
opinar de sus actuaciones como político. Porque antes de
ponerse a escribir es preciso saber mirar con simpatía lo
que se siente, sin odio, sin piedad, sin cólera.
Simplemente, con simpatía.
De no ser así, es decir, si tratamos de ensañarnos con
alguien, las palabras saldrán atropelladas; las frases
descompuestas; y hasta diremos cosas de las que pronto
deberemos arrepentirnos. En suma: es bueno emplear la ironía
cuando se escribe, por muy difícil que sea su logro; con
ella, y parafraseando a Flaubert, se sabe lo que no
se debe decir.
Y voy ya al grano: Pedro Gordillo ha conseguido ser un
político poderoso en esta ciudad. Axioma (verdad que no
necesita demostración). Del poder se ha escrito mucho y se
han hecho innumerables citas. He aquí algunas: “El poder
corrompe, pero la falta de poder corrompe absolutamente”.
“El poder tiende a ser taciturno”. “El poder consolida más
que corrompe”. “El poder envejece”.
Gordillo no deja a nadie indiferente. Sería absurdo no
reconocer que hay muchas personas, pero muchas, que lo
tienen en alta estima; como hay otras, bastantes, que lo
tienen enfilado; y luego están las que tratan de estudiar al
personaje. Y procuran enjuiciarlo con sus virtudes y
defectos de humanos. Posición inmejorable para seguirle los
pasos y poder hablar de Gordillo, cual cargo importante.
“El poder envejece”. Claro que envejece. De hecho, el último
arrechucho que tuvo Gordillo es prueba evidente de que, por
más carácter que tenga una persona, los disgustos, las
críticas acerbas y las murmuraciones preñadas de maldades,
causan estragos en la salud de la persona puesta cada día en
la picota.
Hace pocos días lo advertí: los enemigos de Pedro han creído
que es el momento para atizarle. Terapia: Vivas y
Gordillo han de unirse más que nunca. Ambos se necesitan. Y
necesitan, además, no dar pie a las habladurías.
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