La densa masa de nubes negras al
pie del “yebel Zerhoum” vomitaba una catarata de agua, por
lo que fue un alivio aparcar para darle alimento al cuerpo
(no solo de espíritu vive el hombre) y, de paso, pergeñar
para ustedes las presentes líneas. Al final, el imperativo
de la distancia impidió mi asistencia a la concentración que
por motivo de los acontecimientos en la Franja de Gaza
convocó, con fino olfato y buen criterio, el joven político
socialista José Antonio Carracao para ayer día 2 (al menos
esas eran mis últimas noticias) y a la que había
comprometido mi solidaria asistencia. Paz para Israel, paz
para Palestina: shalom, salam.
Salí de Taza con la fresca y un tímido sol que nacía
mientras ascendía por el Col de Touahar, avanzando en
dirección a Mekinés siguiendo un paisaje que, en ocasiones,
guardaba semejanzas (será por los picos nevados en
lontananza) con el Camino de Santiago a su paso entre la
señorial Astorga (romanizada capital de los astures) y el
mágico Bierzo. Atrás quedó el Día del Señor y con él la ruta
de Bab Bou-Idir, con sus caudalosas cascadas rompiendo a la
vera del camino, las viejas tumbas merinidas (o benimerines)
en el valle y la nevada carretera que atraviesa parte del
Parque Natural del Tazzeka, con su montaña homónima de 1.980
metros de altitud. En la zona me comentan la controvertida
introducción de muflones y la abundancia de jalufos salvajes
(jabalíes) en los bosques, mientras una chiquillada aterida
de frío se agolpa curiosa al lado del vehículo.
Prácticamente incólume a la depredación del voraz turismo,
pese a ciertas tímidas medidas para introducirlo, la
montañosa comarca despliega para el caminante toda su
riqueza de recursos naturales. Ya bajando para Taza, en lo
alto de la alcazaba, parecen compartir espacio un puesto
policial y la sede del Grupo de Escultismo (los “boy scouts”
de Baden Powell) de la región, junto a uno enorme pintada
del ubicuo Partido del Istiqlal (Independencia).
En Mekinés caía a modo de “orbayu” una fina lluvia y fue un
alivio entrar en la sencilla pero elegante “vila” (chalet
para entendernos) de su aun alcalde, Aboubakr Belkora. El
alegre fuego de la chimenea ambientaba la estancia
ofreciendo la misma cálida bienvenida que su anfitrión, al
que no veía desde el pasado julio. Dos diputados y el
secretario provincial del Partido de la Justicia y el
Desarrollo (PJD), Rachid Talbi, departían con el aun alcalde
quien daba por seguro su exclusión como regidor de la
imperial villa por designio del Gobierno de El Fassi. En un
momento de nuestra larga y densa entrevista Belkora, con
emoción contenida, defendió a capa y espada su honorabilidad
(de la que este escribiente no duda) y su disposición a
“seguir luchando por el Pueblo y por el Rey” además de
recurrir a los tribunales. A las 16.00 locales estaba
prevista una concentración de protesta -y de paso para
arropar a Belkora- frente a la “Baladía” (ayuntamiento), a
la que asistiría desde Rabat el presidente del Consejo
Nacional del PJD, Saâd El Othmani. De todo ello les
escribiré en otro momento, porque al “affaire Belkora”
todavía le queda tanto camino por recorrer como credibilidad
al proceso electoral marroquí y, la paternidad responsable,
me impele a seguir ruta sin demasiada tardanza. Pero a lo
mejor el Primer Ministro Abbas El Fassi ésta vez no se va de
rositas… Malos prolegómenos para las trascendentales
elecciones del 12 de junio.
|