Resulta cuanto menos reconfortante
comprobar el renovado amor responsable hacia Ceuta y Melilla
que se deriva del hecho de conocer distintas declaraciones
públicas y posicionamientos de los representantes de uno y
otro margen político de nuestro país ante una circunstancia
sensible y de extrema preocupación para los ceutíes como lo
es la futura financiación autonómica que se pondrá en
práctica tras la cada vez más pronta presentación y
aprobación.
De nuevo, desde las siglas del Partido Popular se ha tenido
a bien defender la idiosincrasia y necesidades singulares de
unas poblaciones con evidentes dificultades para converger
en niveles de calidad de servicios públicos con el resto del
territorio nacional. Otra vez, los ‘barones’ del PP han dado
muestra de un total apoyo y respaldo a la idea de que tanto
Ceuta como Melilla deben contar con un trato protector y
particular. No es algo nuevo, ya quedó plasmado en la
declaración de San Millán de la Cogolla aprobada en el
pasado verano.
Por su parte, el Gobierno de la nación también ha expresado
no ya su predisposición, sino su convencimiento de que ambas
ciudades autónomas necesitan disponer de un trato específico
para sus circunstancias únicas y diferenciales en relación
al resto de las regiones del país.
Aún así los días continúan pasando sin noticias concluyentes
de la realidad que se atisba, se defiende, se apoya, se
anuncia y se promete. La consecuencia inmediata es la de
actuar con prudencia, serenidad y ejerciendo responsabilidad
desde la sapiencia de estar del lado de las posiciones más
justas y solidarias.
Teniendo en cuenta que el reparto económico entre las
regiones ha de hacerse de un modo equilibrado, justo y
vertebrador, las complicaciones se adivinan espectaculares,
sobre todo contando con el hecho notable, al tiempo que
vergonzante, que algunas de las autonomías pedigüeñas no
cuentan con una visión españolista de la realidad del país
por estar sometidas a presiones internas de nacionalismos
rancios.
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