El monólogo volvió a ser el arma con el que Alexis Larios
se enfrentó una vez más al público ceutí ayer en el pub ‘La
sala’. Un terreno de juego que ya había pisado y que según
señalaba antes de la actuación le permite ‘lucirse’. Y es
que Larios (que es su auténtico apellido) señala que los
caballas son unos espectadores “preparados y acostumbrados”
a unos monólogos “finos, como se llamaban antes”. Este
“artista de rebote” ganó ‘Genio y Figura’ en el 94. Desde
aquel momento cambió su profesión de visitador médico por la
de estudioso del humor. Una labor que le ha servido para
forjar su olfato humorístico, el único consejero al que hace
caso, aunque añade que los monólogos llevan un trabajo por
detrás.
Pregunta.- ¿Cómo calificaría al público ceutí?
Respuesta.- Muy preparado. Está acostumbrado a estos
espectáculos y sabe lo que tiene delante. El humor de
monólogo digamos que es un humor que antes se llamaba
‘fino’, es sarcástico, irónico... Aquí la gente viene a ver
el espectáculo, sabe escuchar, entonces me puedo lucir.
P.- ¿Es difícil enfrentarse en solitario ante el público?
R.- Me imagino que eso es una cuestión de costumbre, porque
yo nunca me he enfrentado al público de otra manera. No he
estado en compañías de teatro ni nada. A veces he tenido
mucha suerte y otras no, pero cuantos más años van pasando
menos complicado te parece. Lo que pasa es que también
tienes más responsabilidad porque te conoce más gente y te
siguen más y tienes que ir más preparado y con mejor
material.
P.- ¿Qué es lo más difícil a la hora de crear un
monólogo?
R.- Encontrar una historia divertida que te haga de fondo.
Escribo una historia que me haya pasado a mí o a alguien que
conozca. Ése es el esqueleto y cada 15 segundos tiene que
haber una carcajada. Unas veces te las da la propia
historia, pero para que haya una risa cada 15 segundos e
incluso cada segundo tienes que ir retocando cada renglón
para que sean divertidas todas las frases. ¡Eso es lo más
complicado! Marcar un ritmo para que la gente pueda respirar
entre risa y risa pero que a la vez no pare de reirse. Hay
que tener la atención totalmente captada sobre todo cuando
te enfrentas a bares en los que está la gente tomando copas,
y pasan ‘niñas’ que están extraordinarias, y ahora entra un
grupo que saluda a otro grupo y se ponen a charlar... Por
eso hay que llevar un ritmo tan fuerte.
P.- Cuando acaba los guiones, ¿los prueba con los amigos
o la familia para saber si ‘engancha’?
R.- No. Me fío mucho de mi criterio. Soy humorista porque me
encanta el humor y me considero una especie de estudioso.
Creo que he captado la esencia de lo que a la gente le hace
gracia y lo que no. A veces me dicen algo divertidísimo y
digo: ¡Qué bueno!, lástima que no se pueda utilizar, porque
me hace gracia a mí y a cuatro más. Eso no quiere decir que
no me equivoque. A veces pienso que algo es un ‘pelotazo’ y
hace gracia pero no tanta como pensaba, por lo que hay que
cambiarlo, pero normalmente como los monólogos están
trabajados suelen salir bien.
P.- En el humor se corre el riesgo de llegar a
encasillarse, ¿teme que le pase?
R.- Encasillarse no es malo, lo malo es encasillarse y no
triunfar. Ojalá sacara yo un ¡cómorrr! y tuviera que hacer
tres películas en un año (risas). Lo que sí que es peligroso
es limitarse a una zona geográfica. Conozco a humoristas
buenísimos que no pueden salir de Huelva porque la gente no
les entiende, no por el acento, si no por lo que dicen. Yo
actúo tanto en Ceuta como en Murcia.
P.- Y en el día a día ¿Se considera divertido?
R.- Gracioso tienes que ser de toda la vida. Siempre eres el
divertido del grupo, el que forma el cachondeo en las
bodas... y cuando alguien te paga por hacer lo mismo en un
sitio, ahí te conviertes en humorista.
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