S ergio Barrejón (‘El encargado’), Hugo Martín (‘Final’),
Hatem Khraiche (‘Machu Pichu’), Isabel de Ocampo (‘Miente’),
y Lucas Figueroa (‘Porque hay cosas que nunca se olvidan’).
En manos de una de esta cinco personas descansa a estas
horas el busto de Goya por la categoría de mejor
cortometraje de ficción. La Academia de las Artes y las
Ciencias Cinematográficas eligió estos cinco nombres como
candidatos para tomar el testigo de Abdelatif Abdeselam (Hwidar)
y su película ‘Salvador (historia de un milagro cotidiano)’.
El ceutí el año pasado logró hacerse con la cabeza del
pintor en la XXII edición del concurso. ¿Un favorito para
este año? “No he seguido los Goya. Creo que es algo
saludable para desintoxicarme porque he tenido ya demasiado
Goya”. Y es que el cineasta lamenta “los efectos
colaterales” que conlleva el premio: “Todo el mundo te
reduce al Goya. Te preguntan por él y a lo mejor a mí lo que
me apetece en ese momento es hablar de fútbol”, señala. Un
año en el que los aficionados al cine lo han conocido por
este galardón, pero en el que le han dado una treintena más
en diferentes partes del mundo. De todos esos recuerdos, hay
un premio que se alza por encima de los demás: “Me lo dieron
en Corea -recuerda- fue el premio del público y para mí
tiene un significado especial porque te lo dan personas
anónimas a las que les gusta el cine. Toda la sala estaba
llorando y fue algo que me llegó al alma”. Una experiencia
que este ceutí de nacimiento rememora con “especial cariño”
ya que destaca la reacción que tuvieron al ver el
cortometraje espectadores de un continente distinto al lugar
en el que se rodó y concibió la cinta. Un recuerdo del que
echa mano durante una entrevista que comienza con una
disculpa por parte del cineasta: “Ayer trabajé de cámara en
el partido entre el Castellón y el Huesca y aún no estoy
despierto del todo” porque como señala Hwidar el Goya “no ha
cambiado mi vida esencialmente”. El artista asegura que
durante estos meses ha recibido guiones “infames” con los
que trabajar y que no le han permitido modificar, por lo que
los rechazó. Y es que Hwidar resalta en sus palabras dos
ideas: la importancia que tiene para él mantener a su
familia y el hacerlo “de forma que esté tranquilo” ya que
defiende que en los proyectos en los que esté implicado, el
corazón debe de jugar su baza. El cineasta, sin embargo,
reconoce que durante este año no ha tenido todo el tiempo
que le hubiese gustado para trabajar, algo a lo que se une
la crisis que también sufre el sector “quiero seguir
escribiendo, hacer otro corto pero ahora hay que ir con
paciencia y a velocidad de crucero” porque señala que el
Goya “fue algo muy bonito e inesperado, pero ya hay que
pensar en el presente”. Un hoy que pasa por su trabajo como
cámara “que tiene su aquél porque es muy bonita la tensión
que se vive cuando retransmites en directo un partido a
millones de personas”. Aunque reconoce que esto no le sirve
para superar su especial adicción: “Tengo mono de rodar”. Y
se lo quitará con una obra sobre el progreso de la que no
ofrece muchos detalles “porque me gusta la sorpresa”.
Ceuta
“Me encantaría que mi primera película realizable fuese una
historia que ocurriese en Ceuta. Siempre trabajo en tres o
cuatro historias a la vez y la ciudad te ofrece metáforas
que en otros sitios son imposibles”. Cuando Hwidar habla de
su lugar de nacimiento, un halo de melancolía envuelven sus
palabras, “cuando vivía allí -ahora reside en Valencia-
sentía que me limitaba pero con los años me he dado cuenta
de lo que tiene. A veces añoro no estar allí”. En su mente
la ciudad no sólo se sitúa como un futuro escenario de un
largometraje, si no también de proyectos más ambiciosos: “Se
podría organizar un festival de cine mediterráneo y por su
situación podría ser también Atlántico, o europeo y
africano. Ceuta es el kilómetro 0 de todo”. Alaba la
situación geográfica junto a la mezcla de influencias, la
capacidad de la ciudad para resurgir de las cenizas y la
convivencia cultural entre las culturas.
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