El 24 de marzo del año 2000, nueve especies que sólo se
encuentran en Ceuta dentro del territorio español pasaron a
formar parte del Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
La singularidad norteafricana de la ciudad hace que cuente
con varias especies endémicas de la península Tingitana y
del área norteafricana que hasta el siglo XXI habían sido
obviados cuando otras zonas extrapenínsulares como las Islas
Canarias habían sido particularmente atendidas en el
catálogo nacional.
Cinco de las nueve especies amenazadas en Ceuta son
reptiles: la culebrilla ciega de Tánger, la culebrilla mora,
el eslizón tridáctilo del Atlas, el eslizón rifeño y el
lagarto tangerino; tres especies de escarabajo (sin nombre
vulgar): Dorysthenes fortificatus, Chasmopterus zonatus y
Carubus riffensis y la salamandra norteafricana como único
anfibio. Aparte de las especies particulares de Ceuta,
existen poblaciones del catálogo nacional tienen presencia
aquí como la tortuga mora o la salamanquesa rosada, o
residen durante un tiempo en el territorio, entre ellos un
gran número de aves migratorias como la pardela cenicienta.
La Ley del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad de 2007
agrupó las normativas existentes hasta la fecha y recoge
varias figuras para la protección de las especies y los
hábitat en donde viven como los planes autonómicos de
conservación de especies o los planes de ordenación de
recursos naturales. Según el presidente de la asociación
ecologista Septem Nostra, José Manuel Pérez Rivera, esta
labor todavía está por comenzar: “Prácticamente no se ha
hecho nada. Ya deberían haberse redactado los planes de
recursos naturales y no se ha hecho, ni tampoco existen los
proyectos de conservación específicos para las especies de
aquí”.
Prácticamente un tercio del territorio ceutí está marcado
como Lugar de Interés Comunitario o Zona de Especial
Protección para las Aves. “Eso supone todo un reto que hay
que saber gestionar. Estamos hablando de una ciudad que se
encuentra muy densificada tanto urbanísticamente como en
número de habitantes y eso produce una presión considerable
en los hábitat de las especies.
Una de las presiones urbanísticas vendrá por el nuevo Plan
General de Ordenación Urbana (PGOU) a cuyo texto han
presentado alegaciones los grupos ecologistas por marcar
como urbanizables zonas bajo protección como el Monte Hacho.
Pérez Rivera consideró que el texto es contradictorio: “Los
objetivos están muy bien redactados y en ellos se asegura
que se apuesta por el respeto al medio natural y la
conservación de las especies. Sin embargo después hay planes
y proyectos que no atienden a los criterios que se marcan en
los objetivos. Es un texto contradictorio”. Según Pérez
Rivera, el PGOU tiene previsto “un desarrollo del número de
viviendas absolutamente desorbitado y fuera de escala para
las condiciones que tiene la ciudad”.
|