En 1975 dos reputados periodistas
de fino olfato, el francés Dominique Lapierre y el
norteamericano Larry Collins (autores de obras como “¿Arde
París?” y “Oh, Jerusalén”), sacaban a la luz una documentada
obra sobre la Independencia de la India en 1947 y la
creación de un nuevo estado, Pakistán. La naciente India
englobó entonces 328 millones de personas, 33 de ellas de
confesión musulmana; en el nuevo Pakistán se concentraban 82
millones de musulmanes, divididos en el Pakistán occidental
(limítrofe con Afganistán) y el Pakistán oriental. Luego
vendría el desastre humanitario de Bangladesh y, hasta hoy,
el contencioso de Cachemira. Tocaba a su fin “La perla de la
Corona”, cuya difícil singladura última fue pilotada por un
hombre de una inteligencia y un talante excepcional, el
almirante Mountbatten, quien sería años más tarde asesinado
al ser volada su embarcación de recreo por los terroristas
católicos del IRA. En los anales de la historia quedaron
para siempre aquellas palabras, paternales pero
colonialistas, que Rudyard Kipling escribió en 1889: “Por
algún impenetrable designio de la Providencia, la misión de
gobernar la India ha sido depositada sobre los hombros de la
raza inglesa”.
Desde 1947 la Península del Indostán no ha dejado de ser
azotada por los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, incluso el
mismo año de la independencia en el que India y Pakistán se
enfrentaban militarmente durante dos años por la cuestión de
Cachemira, volviendo a estallar las hostilidades en 1965; en
1971 los dos países medían otra vez sus fuerzas en esta
ocasión por el contencioso de Pakistán Oriental, que logra
secesionarse con el nombre de Bangladesh, sufriendo un
primer golpe de estado en 1975 tras el asesinato de su
Primer Ministro, Muhibur Rahman. En 1950 se promulgaba la
Constitución de la República de la Unión India y, en 1956,
se proclamaba la República Islámica de Pakistán. Ambos
países son hoy potencias nucleares (la India desde 1974,
merced a un pequeño reactor civil suministrado por Canadá) y
las fronteras no dejan de bullir con soldados y
equipamientos. El último y reciente atentado del terrorismo
islamista en Bombay, a punto estuvo de provocar un nuevo
enfrentamiento bélico. Por no hablar de la problemática
situación en Afganistán, en buena parte “Protectorado”
pakistaní…, o las tensiones de ambos con la poderosa y
expansionista China, con la que la India llegó finalmente a
entrar en guerra 1962.
Ayer a las 13.30, la comunidad hindú de Ceuta conmemoraba el
asesinato de Gandhi en 1948, abatido con tres balas de
revólver por Nathuram Godsé, un extremista de su propia raza
y religión que fue finalmente ahorcado. Ando estos días
perreando por el Marruecos Oriental; en los alrededores de
Taza luce un día magnífico y, desde la distancia, sirvan
estas líneas de simpatía para con mis amistades hindúes con
las que, un año más, no he podido reunirme en esta señalada
fecha para recordar al Mahatma, cuya obra y pensamiento tuve
ocasión de conocer hace muchos años en la persona de uno de
sus discípulos occidentales, Lanza del Vasto. Y al lector
interesado en la visión de un reciente pasado que le
explique, razonablemente, los entresijos del presente y las
raíces de la tensión indo-paquistaní, que busque un tiempo
para leer y rumiar la solvente obra que encabeza el titular
de esta columna. ¡Nemasté!.
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