En esta sociedad que nos ha tocado
vivir, se van perdiendo valores a pasos agigantados,
empezando por la perdida del principio de autoridad. Hemos
pasado del blanco al negro sin detenernos en el gris que es
el término medio donde deberíamos haber realizado una parada
forzosa. España es así.
Recuerdo que en mi época de chaval, cuando íbamos al fútbol
y por cualquier motivo se armaba una pequeña trifulca,
bastaba que el policía de turno se levantase, echase una
mirada hacia aquel lugar, para que cesase la misma. Hoy casi
es mejor que no se levante porque la bronca que se le da es
de las de aquí te quiero ver. Ni lo de antes, ni lo de
ahora, hemos pasado del blanco al negro sin pararnos en el
gris, y así nos crece el pelo.
El respeto a nuestros mayores era tal que cuando alguna
persona mayor nos llamaba la atención sobre algo que, desde
su punto de vista, no estábamos haciendo bien, nuestra
repuesta era echar a correr sin osar decirle ni media
palabra. Hoy, esa juventud que tenemos, le ha perdido el
respeto a los mayores y si alguno de ellos les llama la
atención, lo mejor que pueden recibir es un insulto.
Y qué decir del respeto a los maestros, quitando a uno pocos
que aún siguen manteniendo ese respeto el resto pasa
olímpicamente de guardarles el más mínimo respeto a los
educadores que están haciendo de ellos hombres de provecho
en un mañana no muy lejano.
Claro que parte de la culpa de esa falta de respeto, la
tienen todos aquellos educadores “progres de pacotillas”,
que le han inculcado a los alumnos que son sus colegas y que
como tal lo tienen que tratar. No cabe mayor error.
Es curioso comprobar que es raro que los niños de mi
generación, no hayan recibido de sus educadores o de sus
padres algún cogotazo o un palmetazo y, sin embargo, a pesar
del paso del tiempo, todos sentimos un gran respeto y cariño
hacia nuestros profesores a los que no les apeamos le don
cuando nos los encontramos. Y ni que decir tiene el cariño
que sentimos por quienes nos dieron la vida.
Hay que saber distinguir, en todo momento, lo que es un
cogotazo que, a pesar de lo que digan todos los progres, ni
afectan ni causan trama alguno en el niño y lo que son malos
tratos que, esos sí, merecen un castigo al que los ejecuta.
Sigo pensando, mientas no se me demuestre lo contrario, que
los niños deben vivir y crecer en el lugar donde nacen, no
abandonar su país porque, ese abandono de su ambiente, les
hará perder su cultura, sus tradiciones e incluso su forma
de vida porque, jamás, se adaptaran a países de cultura
diferente.
Los progres, esos que son tan buenos en la defensa de estos
niños, llegados de otros países, a los que hay que
alimentar, educar y cuidar, igual ponen el grito en el cielo
por esta afirmación, acusándome, con toda probabilidad de
racista, que es una palabra que de tanto usarla ya nadie
hace caso. Pero eso progres, ninguno de ellos, se lleva un
niño de estos a su casa, para darle una buena educación y un
gran nivel de vida. Eso no, ellos tan progres, dejan que
sean los demás, los quede nuestros bolsillos paguemos todo.
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