Después de mucho tiempo sin saber
de ella, me entero por la prensa, ¡ay que ver la de cosas
que se entera uno por la prensa!, que Amalia Gómez, la que
fuera secretaria de Estado de Asuntos Sociales, analiza a
fondo el fenómeno de la violencia escolar en su libro “La
escuela sin ley”. Amalia cree que en España es necesaria una
política común para frenar esa violencia.
Amalia junto a Pimentel fueron dos personajes que cumplieron
a la perfección la misión que, desde sus puestos, tenían
encomendadas y una vez más sin que pudiese entenderlo,
fueron enviados al ostracismo de la política.
Son muchas las ocasiones que no acierto a entender a los
jerifaltes de los partidos políticos, que hacen desaparecer,
de la noche a la mañana, a auténticos políticos para dar
paso a otros que no tienen ni la más remota de las ideas.
Así les crece el pelo.
Llevado por la curiosidad, de cuanto hubiese podido escribir
sobre el tema de tanta actualidad en las aulas de las
escuelas, institutos e incluso universidades sobre esa
violencia que se vive en ellas, me entero de que le van a
hacer una entrevista y me dispongo a escucharla.
Después de escuchar atentamente todo cuanto esta señora dice
sobre el asunto de la educación, me cabe la satisfacción de
que algunas de las cosas que responden sobre la educación en
España, coinciden con lo que uno ha escrito, en varias
ocasiones, sobre la misma en esta página.
Según Amalia había que buscar un consenso, entre los grandes
partidos para hacer una ley de educación que no tuviese que
cambiarse, cada vez que llega un ministro nuevo. Ella tenía
una ley de educación preparada que nunca vio la luz,
precisamente por no llegarse a ese consenso.
En esa ley estaba la protección al maestro, con castigo
incluido a todos aquellos padres y demás familiar que por un
quítame ese paja fuesen a pegarle al educador, haciéndole el
único culpable de cuantos problemas tenia su hijo.
Me llamó la atención cuando dijo que ella tenía alumnos que
eran catedráticos y que ninguno de ellos se permitían el
lujo de decirle “venga, Amelia, vamos a tomarnos un cubata”.
Según ella, el respeto debía imperar por encima de todo. El
profesor era el profesor, al que se le debía todo el respeto
y el alumno era el alumno y puto. Pues era un error el
tratar a un alumno como a un colega.
Total lo que siempre hemos escrito al referirnos a todos
esos profesores que le dicen al alumno,”no me llames don
Juan, me llamas Juan”.Lo que lleva a que el primer día el
niño le llame Juan, el segundo Juanito y el tercero Juanillo.
Y que no se le ocurra al profesor llamarle la atención, pues
como colegas que son no se, lo permitiría. Las cosas claras.
Los colegas deben ser siempre colegas y así poder sacar los
móviles en las aulas y hablar con los demás colegas que para
eso Juanillo es otro colega.
Naturalmente ni Amelia ni yo somos “progres de pacotillas” y
por tanto se nos puede criticar que el profesor es el
profesor y el alumno es el alumno y, por supuesto, nada de
colegas.
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