Cada año, cuando veía los
reportajes en torno a los ciclones y sus consecuencias, al
otro lado del Atlántico y en las costas del Pacífico, me
parecían elementos de fantasía y un poco, también, la
consecuencia de las formas tan especiales de la construcción
en aquellos lugares.
Desde ahora, creo que, pensaré de otra forma, al haber
visto, en nuestras propias tierras y en nuestras formas de
construir, las consecuencias que esos “ciclones” han dejado
en España.
Nunca habíamos vivido, tantos días seguidos, unos temporales
de viento tan fuertes, que han arrasado muchos de los
lugares intocables, en otros momentos.
Sí que conocíamos, porque sí lo habíamos vivido, lo que
suele dejar el temporal de levante aquí en Ceuta, pero la
forma de arrasar en Galicia, Cantabria, Asturias o el País
Vasco, con olas de hasta 15 metros y con tantos árboles
arrancados de raíz, no parecía una cosa propia de nuestra
geografía.
Pero con todo lo aparatoso que sea eso, y lo es mucho, se
queda en un simple juego, en una anécdota, al contrastarlo
con el alcance del temporal en Sant Boi de Llobregat en
Cataluña.
Aquí el temporal se cebó en las instalaciones deportivas de
esa localidad, donde perdieron la vida cuatro niños, y menos
mal a que sólo se quedó en eso, con ser una desgracia
irreparable, porque pudo haber sido mucho más todavía,
cuando redujo a escombros esas instalaciones. Una auténtica
desgracia.
Las cuatro víctimas mortales contaban entre 9 y 12 años,
pero en las propias instalaciones había otros muchos jóvenes
que corrieron igual peligro, mientras hacían deporte.
Estos días, y no puede ser de otra forma, se lamenta el
“rastro” que han dejado esos ciclones, pero ya empieza el
“run run” de culpar a ..., cuando oímos decir que por qué no
se habían suspendido los entrenamientos allí.
Es lo malo de una desgracia, que aunque sea, como en este
caso, propia de los fenómenos de la naturaleza, nunca faltan
los osados que quieren ver más allá y escrutar en unas
parcelas que nada tienen que ver con la voluntad humana y
menos con la responsabilidad de alguien en particular.
He de decir que, no siempre nos tomábamos en serio esos
“colores” de las emergencias, parecía, un poco, el tratar de
justificar la existencia de ciertos organismos, pero han
bastado unas actuaciones naturales, fuera de lo normal, para
que, también, en esto haya quien cambie de opinión.
Ceuta, hasta ahora, cuando estoy escribiendo en la tarde del
domingo, ha tenido que soportar el peso de lo que significa
cerrarse el estrecho, una vez más, durante unas horas, pero
afortunadamente, ninguna otra calamidad nos aportó esa
“novedad” que ha significado para una gran parte de España
el paso por nuestra geografía de los ciclones tan tremendos,
con una velocidad en los vientos de más de 150 kilómetros.
Eso, en muchas partes, llevó auténtico miedo, especialmente
en las zonas costeras, con una flota amarrada a puerto en la
mayor parte de las costas peninsulares y con todas las
pérdidas materiales que ha ocasionado.
Dicen que detrás del temporal viene la calma y eso es lo que
deseamos, aunque es curioso, que desde finales de septiembre
no haya habido ni una semana seguida con buen tiempo.
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