Le conozco de cuando estaba
entregado a su mayor pasión: el fútbol. Deporte al cual le
dedicó los mejores años de su mocedad. Ejercía como
dirigente del fútbol base y daba siempre muestras amplias de
sus enormes deseos de ayudar a los niños. En realidad, por
aquel entonces del que hablo, él no dejaba de ser también un
niño grande.
Con el paso de los años, y dado su espíritu emprendedor como
comerciante, Luis María Fernández se fue retirando de
las obligaciones directivas futbolísticas, que le costaban
tiempo y algo más; pero jamás perdió un ápice de su afición
por el deporte rey. Si bien conviene resaltar que en su
versión más extraordinaria: la de contribuir a la formación
de los chavales por medio del juego.
Luis María es persona educada, amable, y de quien tengo
pruebas evidentes de que no es un exaltado que guste de ir
provocando situaciones que puedan terminar en gresca.
Ciertamente es un hombre corpulento, pero su carácter no es
violento. No lo ha sido nunca. De ahí que me haya causado
sorpresa la actuación que se le viene achacando cuando se
encontraba en un pub.
Pero he de confesar que a esa sorpresa se le ha unido la de
saber, precisamente por esa tángana ocurrida el sábado
durante la noche, que LMF es subdirector del área de
Menores. Ya que nunca me he interesado por conocer las
interioridades de ese centro ni él, cuando hemos hablado de
higos a brevas, me dijo nada al respecto.
Ahora bien no me extraña que Fernández haya sido víctima de
las maniobras de quienes son unos consumados maestros en
sacar de quicio a quienes se les oponen. Y en los
sindicatos, como en muchos otros sitios, tales provocadores
están a la orden del día. Por lo tanto, si el subdirector
del área de Menores ha caído en la trampa que pudieran
haberle tendido, le ha hecho un flaco favor al Gobierno de
la Ciudad, a sus compañeros de Punta Blanca y, desde luego,
ha propiciado que lo dañen a él en todos los aspectos.
De momento, y según todo lo que he venido leyendo al
respecto, policías y sindicalistas van cogidos de la mano a
la hora de decirnos que Luis María Fernández es un
energúmeno; un bravucón; un matón de taberna que armó un
escándalo público y que pegó a señoras y caballeros porque
sí. Por el mero hecho de que las señoras y caballeros
agredidos pertenezcan a un sindicato cuyo secretario
general, en vista de su acendrado amor por los menores, se
ha visto obligado a decirnos que en Punta Blanca se aplican
las mismas medidas coercitivas que en las cárceles de
Guantánamo.
Una denuncia basada en lo que alguien le ha contado al
secretario general. Si bien éste es incapaz de llevar ante
el fiscal de Menores a la persona que le haya soplado
semejante injusticia. Caso de ser cierta. Y que no ha hecho
sino poner, una vez más, el nombre de la ciudad en boca de
quienes están deseando destilar hiel contra ella, que no son
pocos.
LMF se está viendo sólo también ante quienes estaban
deseando escupirle a la cara que es un don nadie, por
carecer de formación académica para desempeñar el cargo. De
modo que se le ha juntado todo lo peor que se le podía
juntar para que salga mal librado de una situación generada
por un sindicalista que sigue sin cortarse lo más mínimo a
la hora de dañar a Ceuta. Lo único que le queda, que no es
moco de pavo, es que Gordillo no ceda. Y a mí me da en las
pituitarias que el vicepresidente no cederá.
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