Leo en este periódico, el único
que ha llegado el sábado –cuando escribo- a prima mañana,
unas declaraciones del presidente de la Ciudad en las que,
al fin, reconoce que “Aróstegui recurre a la denuncia
gratuita, infundada, a la descalificación y, a veces, al
insulto”. Y pienso en que ya era hora que Juan Vivas
abandonara el burladero del silencio, donde ha estado tapado
por creer que la mejor táctica era mostrarse indiferente a
tantos atentados verbales cometidos por el individuo ya
citado en el párrafo anterior, sin darse cuenta de que la
gente principiaba a murmurar eso de que quien calla otorga.
Me consta, además, que en el entorno de Vivas crece la ira
contra quien, desde un periódico comprado, se atreve cada
jueves a proferir insultos graves contra el presidente:
cobarde, sinvergüenza, líder de unos desvergonzados,
despilfarrador de dineros en comprar la voluntad de todos
los medios de comunicación, farsante, hipócrita...
Son algunos de los calificativos que en el ecuador de cada
semana le dedican al presidente de la Ciudad, bajo la
aquiescencia del máximo responsable de un medio que incluso
presume de que difamar al presidente demuestra el enorme
respeto que le tiene a la libertad de expresión. Y el hombre
se queda tan pancho.
Pero esa tranquilidad de quien disfruta, cada jueves, con un
escrito que trata de ofender y humillar al presidente de la
Ciudad, sólo se tambalea cuando se tiene que presentar ante
Vivas y se ve obligado a contarle que él no ha leído nada de
cuanto ha escrito su compañero del alma: el secretario
general de CCOO.
Si bien esa coartada es inválida ya para el empresario a
medida que el secretario general de Comisiones Obreras se va
envalentonando porque cree, y de ello presume entre sus más
fieles aduladores, que en ese medio él hace lo que sale de
la bragueta. Y que pobre de su amigo el día que desee
censurarle “El dardo de los jueves”.
Y ello le ha permitido gozar de la confianza suficiente para
ir aumentando el número de insultos y la gravedad de ellos.
Y así, dominado por la soberbia de quien está total y
absolutamente seguro de que tiene bula para hacer y deshacer
en esa añeja casa, no se para en barras y se viene mostrando
cada vez más ofensivo, altanero, insultante...
En resumen, el sindicalista se ha convertido en una máquina
de fabricar improperios contra un Vivas a quien considera un
advenedizo de la política y que, por tanto, está usurpando
un puesto hecho a la medida para el más inteligente de esta
ciudad. Vamos, para él. Cuando digo él me estoy refiriendo a
quien los suyos, que son siete mal contados, consideran que
es un cabeza de huevo; o sea, el líder del PSPC.
No, mire usted, yo me sé de memoria que Vivas, como cargo
público que es, debe estar a expuesto a todas las críticas
habidas y por haber, sin duda. Pero lo intolerable es que
dos señores se pongan de acuerdo, por motivos que bien
podría yo explicar cualquier día, con el único fin de
procurar meter al presidente de la Ciudad las cabras en el
corral. Y la mejor manera es provocándole por sistema
mediante vilipendios. De ese modo, créanme, esas dos
personas consideran que pueden conseguir sus objetivos. Y,
desde luego, si el presidente no responde con insistencia y
briosamente, seguro que acabarán sacándole un muerto del
armario.
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