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OPINIÓN - SÁBADO, 24 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / SNIPER

Catolicismo y guerra justa
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Matadlos a todos, que Dios ya escogerá a los suyos”, gritó el Santo Padre de Roma para justificar la matanza de mujeres y niños en la Cruzada contra los herejes. En espuria cohabitación con el Estado desde los tiempos de Constantino El Grande, a inicios del siglo IV, la misma creación de los Estados Pontificios o sus inconfesables alianzas con regímenes filofascistas en la II Guerra Mundial, la Iglesia Católica, Apostólica y Romana siempre ha dado cobertura ideológica a las guerras que le interesan aunque, en Oriente Medio, regularmente se ha dejado llevar por una postura antiisraelí basada, seguramente, en históricos prejuicios religiosos. Pero en realidad, ¿cuál es la postura oficial del magisterio católico sobre la guerra…?

Partiendo de la existencia del cuerpo de Capellanes Castrenses, cuyo misión no es otra que dar consuelo espiritual a unas Fuerzas Armadas formalmente cristianas y que ¡aun desfilan!, a paso lento, en las procesiones de Semana Santa, podríamos inferir que la Santa Madre Iglesia apoya tácitamente las guerras en las que pudieran pelear “sus” soldados. Aun no siendo creyente, no dejan de emocionarme los compases de “La muerte no es el final”… pero no estamos hablando de ello. Agustín, Obispo de Hipona (la antigua Cartago) ya justificaba la defensa del Imperio y el visigodo Isidoro de Sevilla (560-636) legitimaba la guerra mientras que, a la vez, defendía doctrinalmente en el 4º Concilio de Toledo la sugerente doctrina del “Principio de la rebelión al gobernante” pero tenemos que esperar a Tomás de Aquino quien, inspirándose en Aristóteles y en algunos Padres de la Iglesia, articuló en su obra todo un corpus de principios en torno a la legalidad y legitimidad de la guerra justa bajo los principios de la Escolástica. A caballo entre la Baja Edad Media y el Renacimiento, otros dos insignes dominicos mantuvieron interesantes tesis: Bartolomé De las Casas (1474-1556) defendió tanto la “guerra justa” como la legitimidad de la rebelión india contra la ocupación colonial española de América (1542: discurso ante los Reyes Católicos en Valladolid) y Francisco de Vitoria (que da nombre en nuestros días a una conocida asociación de jueces) llegó a exponer ante Carlos I de España y V de Alemania, el 18 de junio de 1539, su discurso universitario relativo a la “Reelección sobre la Guerra Justa”, en torno a dos principios: la guerra defensiva siempre es justa y, en cuanto a la ofensiva, para serlo debe reunir tres principios: ser declarada por una autoridad legítima, en origen o ejercicio; defender una causa justa, contra aquellos que violan los derechos fundamentales de la persona; y rectitud de intención: “guerra justa es aquella llevada a cabo por una autoridad legítima, destinada a defenderse de una agresión o reponer un derecho natural vulnerado con el objeto final de lograr una paz duradera” (sic). No viene ahora el caso pero Francisco de Vitoria abogó brillantemente, dentro de la ortodoxia católica, por la práctica del “tiranicidio”, defendible bajo ciertos parámetros.

Doctrinalmente pues, entiendo que la Iglesia Católica mantiene en su Magisterio y praxis el recurso a la guerra justa. Puesto que soy agnóstico y laicista, aunque respetuoso con los creyentes, remito al lector a una interesante cita, ni bíblica ni coránica, sino del griego Demóstenes, oportuna en los belicosos tiempos que corremos: “La guerra se hace contra aquellos que no pueden ser detenidos por la justicia”. Y el que quiera entender, que entienda. Visto.
 

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