Mohamed Alí lleva más de
cinco años como jefe de la oposición. Y parece ir muy a
gusto en el machito de los despropósitos. Lo malo es que no
se le ve preocupado por cómo está administrando el caudal de
votos obtenido en dos elecciones. No se percata de que está
despilfarrando con generosidad unas enormes posibilidades de
hacer más por quienes decidieron votarle. Y ha recorrido ya
la mitad del camino que conduce al fracaso. Lo cual no deja
de ser una verdadera pena.
Una pena, así como suena. Porque Alí entró en la vida
pública por la puerta grande. Superando en votos al Partido
Socialista y causando él una magnífica impresión. Llegó con
sus 31 años, su vigorosa presencia y su carrera de abogado.
Y se ganó la atención de quienes lo vieron como un político
preparado para hacerse notar en todos los aspectos. Pero,
contra pronóstico, no consiguió despegar los pies del suelo
de la mediocridad, durante los primeros cuatro años cual
diputado.
Todo ese tiempo, ¡cuatro años!, estuvo mirándose en el
espejo de la progresía. Y doliéndose de que su admirado
Juan Luis Aróstegui, valedor más ilustre del progreso
social y político de esta tierra, le hubiera dado calabazas
cuando le propuso un pacto entre UCDE y PSPC. Verdad es que
Dios le da pañuelo a quien no tiene nariz.
Por tal motivo, el hombre fuerte de UDCE no cayó en la
cuenta de que en 2003, pese a que el PSPC era un partido
perdedor, éste contaba con militantes de clase media que
todavía escupían por un colmillo. Y que no veían con buenos
ojos la coalición que les proponía Alí y que deseaba, en su
fuero interno, Aróstegui. Dada su ambición desmedida por
figurar y porque estaba -y está- convencido de ser más
inteligente que Alí. Y podría manejarlo a su antojo.
En realidad, aquel desaire del PSPC dejó a MA tocado de un
ala. Y ya no dio pie con bola en ningún momento. Que si ya
trato de pactar con los populares; que si ya con los
socialistas; que si ahora le tiro los tejos al PDSC; mañana
al FC, y, al fin, se unió a IU. Que era la alternativa que
menos le gustaba. De hecho, no ha cesado de hacerle desaires
a Mohamed Haddu –Musa- coordinador general de IU-en
Ceuta. Y lo que te rondaré, morena.
Tantos desatinos, sin embargo, no le impidieron a Alí ser
premiado en las urnas, nuevamente. Y, fortalecido, principió
a dar bandazos. Ora lanzando a los cuatro vientos que sus
conversaciones con Pedro Gordillo finalizarían con
pactos muy rentables para su partido; ora presentándose ante
los periodistas para decirles que de lo dicho nanay del
Paraguay; mañana se acercará a dialogar con el delegado del
Gobierno, Jenaro García –Arreciado y dejará caer que
se entiende con él de maravilla y que ese entendimiento
servirá para ayudar a los socialistas en las generales. Lo
único que llegó a buen fin. Y de lo que se benefició José
Antonio Carracao.
Alí ha anunciado su decisión de echarse en los brazos de su
admirado Aróstegui. Por considerarlo el político más
preparado para marcar las líneas maestras de una
colaboración política en defensa del interés general. Alí,
además de despilfarrador, es ingenuo. Así que le permitirá a
su amigo meter las narices en los consejos de Administración
de las sociedades municipales. Para que éste le nutra de
chuletas contra Vivas. Alí es un alma de cántaro.
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