He dado un paseo por el frente
marítimo de Mataró, recordando la costa ceutí aunque sin
nostalgia porque vivo a caballo entre las dos ciudades.
Fuerte oleaje levanta grandes olas contra la larga playa del
Maresme y los espigones desaparecen bajo las aguas dejando
una bellísima estampa de caos marino.
La resaca arrastra enormes cantidades de arena y dejando un
rastro de piedras oscuras que forman los cimientos de la
hermosa playa mataronense, hasta ahora cubiertos por fina y
reluciente capa de arena de grosor variable.
Hubo un tiempo, algo lejano, en que Ceuta padeció un
temporal de los que nunca se olvidan. No recuerdo
exactamente en qué año pero seguramente uno de los
comprendidos entre 1960 y 1964. Lo digo porque yo mismo
estuve en el centro del formidable temporal que se levantó
aquellos días.
Acababa de salir de la Academia del Valle, en la calle
Sargento Mena, y no habíamos dirigido, un grupo de
compañeros de clase, a la Marina que entonces no tenía
ninguna extensión añadida.
Nos asomamos al malecón, que entonces era un grueso muro de
media caña y con los bordes redondeados y que estaba
alineado a lo largo del paseo, como a dos metros del
bordillo de la actual acera de la misma Marina. El mar del
interior del puerto estaba terriblemente picado y las olas
que la bocana permitía entrar eran tremendas y el nivel de
las aguas subía varios metros sobre el linde donde siempre
habían llegado.
En determinado momento de aquella mañana, sentimos como una
especie de temblor que recorría toda la avenida de la Marina
y de pronto, como aparecida de la nada, una enorme ola se
levantó en pleno centro del interior del puerto y avanzando
tan rápidamente que no nos dio tiempo a retirarnos, se alzó
muy por encima del paramento que nos separaba del mar y nos
caló hasta los huesos arrojándonos con fuerza en medio de la
calzada.
Aquello si que fue un temporal de muy padre y señor mío,
aunque después nos enteramos que fue un maremoto de
cortísima duración, y si no ocurrieron mayores desgracias
fue por la espléndida situación de nuestra ciudad, defendida
por sus altas murallas.
No recuerdo con exactitud qué daños sufrió Ceuta aquellos
días, pero creo que fueron considerables en aquellas zonas
que no estaban defendidas por la muralla. Si alguien
recuerda aquello, mucho le agradecería que escribiera los
hechos y los mandara a nuestro periódico.
Ahora, con las noticias de los temporales que se levantan
por el norte de nuestro país, es cuando viene a la memoria
de uno ciertos sucesos que cambiaron algo la vida cotidiana
de nuestra ciudad.
Por mucho que se empeñe el ínclito Mariano Rajoy, nuestro
presidente del Gobierno no tiene arte ni parte en los
temporales que azotan su terruño gallego, tan acostumbrados
como estamos de que todos los males que ocurren en el país
los endose Rajoy a Rodríguez Zapatero.
Para temporal el que se levanta dentro del propio PP, que
siempre ha declarado que es uno, solo y autoritario partido
y que desconoce las autonomías aunque gobierne en algunas de
ellas. Las luchas intestinas por dominar una de las fuentes
del poder del capital, Caja Madrid, están mostrando ante los
ojos de la opinión pública la verdadera fisonomía de los
conservadores, ávidos como están de tener en sus manos las
llaves de la economía.
Montserrat Nebreda, del PP catalán lleva tiempo con los ojos
abiertos, a pesar de su desafortunada mención a cierto
acento andaluz, y es una de las que declaran sin tapujos. La
catedrática de Derecho Constitucional no tiene este título
porque sí y ve las cosas como una auténtica demócrata y la
libertad de opinión, por lo que se ve y lee, la utiliza con
cierto arte desequilibrante. Bien por ella. Ya escribí un
artículo, sobre la misma, tiempo atrás.
Aunque muchos periodistas escriban mal su apellido y lo
ponen con la “r” de Nebrera. Es Nebreda, como ese pueblo de
Burgos de tan sólo 88 habitantes cuyo alcalde tiene
connotaciones de fígaro porque se apellida Barbero. Nebreda,
el pueblo de Burgos, está libre de temporales marinos porque
su situación geográfica y la altitud a la que está, 915 m
sobre el nivel del mar, los impiden.
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