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OPINIÓN - MIÉRCOLES, 21 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / SNIPER

Obama, la esperanza negra en la casa blanca
 


José Luis Navazo
yebala06@yahoo.es

 

Permitan los lectores el juego de palabras, pero así creo que el titular guarda más énfasis porque el cambio es histórico y, con su nombramiento, el primer presidente negro de ese gran país -y firme aliado- que son los Estados Unidos de Norteamérica pone una Pica en Flandes contra el racismo y la intolerancia, abriendo su desembarco en la Casa Blanca las puertas de la esperanza y la ilusión como poderosos motores del la magia del cambio.

La herencia de la anterior Administración republicana es complicada aunque en descargo del Presidente saliente, George Bush, digamos que le tocó bailar con la más fea, teniendo que enfrentarse a una artera situación de guerra no declarada por parte del islamismo radical y terrorista, los mismos islamistas que la Administración Carter (un mandatario errático y débil, el Jimmy) apoyó torpemente durante un tiempo en Afganistán. De aquellos polvos vienen, en parte, estos lodos…. Aun recuerdo las palabras de Bush en el Congreso el 20 de septiembre de 2001, pocos días después del 11-S: “No me rendiré”. Y en verdad, con mejor o peor acierto, no lo hizo. Ahora, Obama debe enfrentarse a un doble reto: dentro de los Estados Unidos debe reactivar la economía y devolver la confianza a una población desencantada, abordando quizás importantes cambios estructurales como son la puesta en marcha de una sanidad pública, una gran revolución pendiente, mientras acomete -con las arcas vacías- una problemática promesa electoral, el recorte de impuestos a la potente clase media, columna vertebral del país. ¿El mayor problema?: el déficit presupuestario, que podría alcanzar este año los mil millones de dólares y la enorme deuda externa financiada hasta el momento, paradojas de la geopolítica, por China. En el frente exterior, deberá ralentizar la salida de las tropas de Irak (una marcha precipitada sería el camino más directo al desastre), a la vez que ordena aumentar los efectivos en Afganistán, única forma de ganar de una vez por todas la guerra batiendo a un enemigo fanático y tenaz, maestro en el empleo indiscriminado del arma terrorista. ¿Los mayores problemas?: bien, liderar un amplio abanico de países en torno a los valores occidentales, tendiendo la mano a Rusia (Moscú es una llave clave en un marco de seguridad compartido), incluir a potencias emergentes (como Brasil e India) en la toma de decisiones compartidas y no dejar, finalmente, fuera de juego a China. En cuanto al Islam, demográficamente en alza pero políticamente a la baja en cuanto la dependencia de petróleo empiece a disminuir, (el oro negro ha sido y es la sangre de la “daw´a”… y del terrorismo yihadista) deberá implementar la colaboración con los países moderados, apoyándolos hacia un desarrollo social estable mientras se arbitran conjuntamente los medios para contener, aislar y erradicar las corrientes islamistas (a la hora de la verdad, el islamismo nunca es moderado), sin capacidad de alternativa real salvo su demagógico y manipulador recurso a la religión.

En efecto, los retos a los que se enfrenta el nuevo mandatario, dentro y fuera del país, son también formidables, dependiendo su éxito y en gran medida el liderazgo del país en la forma en que asuma los ineludibles cambios. Obama ya está en la Casa Blanca, démosle cordial y efusivamente la bienvenida. Sí, me confieso públicamente: yo también hubiera votado a Barack Hussein Obama para Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.
 

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