PortadaCorreoForoChatMultimediaServiciosBuscarCeuta



PORTADA DE HOY

Actualidad
Política
Sucesos
Economia
Sociedad
Cultura
Melilla

Opinión
Archivo
Especiales  

 

 

OPINIÓN - MARTES, 20 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Antonio Barceló Lebrón
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace veintiocho años lo conocí cuando trabajaba en el Club Náutico CAS. Que es lo que ha venido haciendo desde que era un niño: trabajar. Entonces gozaba él de la amistad de quien regentaba el restaurante: Alberto Martel. Mi siempre recordado amigo. Para mí era Antoñito. Y cada día, como cliente fijo de la casa, yo requería su presencia porque siempre tenía la sonrisa presta y los mejores deseos de atendernos.

Antonio Barceló ha echado los dientes trabajando en la hostelería. Un día, de hace ya quince años, consiguió que le concedieran la explotación del Centro Gallego, sito en un patio de Las Murallas Reales. Y muy pronto nos apercibimos que allí reinaba ya su impronta. Que el restaurante funcionaba muy bien. Y que comer en el Centro Gallego era una gozada.

Antoñito, así lo sigo nominando todavía, es un hombre bueno. Un hombre que, cuando comenzaba a disfrutar de los resultados de la extraordinaria labor que estaba desarrollando en su restaurante, recibió un golpe bajo. Le ocurrió algo que a los padres nos aterra. Porque queremos que nuestros hijos nos sobrevivan y sean ellos los que estén presentes en nuestro último adiós.

Antonio Barceló, Antoñito para mí, anduvo un tiempo con el dolor desbocado. Parecía, y no era para menos, que estaba a punto de derrumbarse. Pero lo salvó su actividad. El saber que los clientes necesitaban verle con la misma agilidad de costumbre. Con los mismos deseos de contentar a cuantas personas acudían al Centro Gallego.

A veces lo veía por la calle con aire acentuado de ausencia, de sonambulismo... Pero me consta que se transformaba, radicalmente, en cuanto se adentraba en su negocio. Se comía la pena. Y lograba domeñar su amargura para no molestar a quienes acudían al restaurante. Y Antoñito acabó superando una prueba muy dura.

Fechas atrás, nos cruzamos por el centro y observé que mi amigo iba como ido. Llamé su atención y me pidió las correspondientes disculpas por no haberse percatado de mi presencia.

-Perdona, Manolo, pero iba pensando en mis cosas...”.

Como tenemos confianza, me interesé por sus cosas... Y quedé enterado de los motivos por los cuales Antoñito ha vuelto a perder el sueño. Resulta que le han quitado el aparcamiento de los coches en su restaurante. Le han cerrado el paso a los vehículos. Sin que nadie le dijera lo más mínimo.

Fue a pedirle explicaciones a la consejera de Medio Ambiente, Yolanda Bel, y ésta le dijo que comprende la injusticia de lo que le ha pasado, pero que tendrá que aguantarse. Y Antoñito le ha rogado que al menos, durante las horas de comida y cena, se quite uno de los maceteros que impiden el acceso de los coches, ya que no existe motivo alguno para negarle esa petición. Y Bel le ha dicho que nones. Y las ventas han bajado en un porcentaje altísimo. Y de ese restaurante dependen cinco familias. Y, claro, Antonio Barceló ni come ni duerme y anda confuso.

Estimada consejera: casos así son los que deben resolver los políticos. Porque ustedes han de pensar, sobre todo, en lo que pueden hacer por los demás. De no ser así, habrá que asumir que ustedes sólo piensan en sí mismos. Y ello hace posible que uno sienta... rabia infinita y que arda en deseos de despotricar.
 

Imprimir noticia 

Volver
 

 

Portada | Mapa del web | Redacción | Publicidad | Contacto