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OPINIÓN - LUNES, 19 DE ENERO DE 2009

 
OPINIÓN / EDITORIAL

El Príncipe, un pueblo atemorizado

Sin duda, es absolutamente cierto, que el Príncipe no debería ser considerado como una barriada y sí como un pueblo de unos 10.000 habitantes. Esta es una de los pensamientos que ya circulan por la mente de los responsables del actual gobierno autónomo. Lo dijo recientemente el que más sabe de barriadas en Ceuta, el viceconsejero de Equipamientos Urbanos, Gregorio García Castañeda. Por tanto, el Plan Especial del Príncipe tiende precisamente a que esa amplia zona de la ciudad vea equiparada sus infraestructuras y su ordenación urbana, a la del resto de la Ciudad Autónoma. Pero si al Príncipe hubiera que tratarlo más como un pueblo que como una barriada, convendría entonces también dotarla de los servicios de seguridad fijos que todo pueblo debería tener. Los vecinos continúan insistiendo en que les sigue faltando la comisaría que voló en su día de allí; continúan expresando su preocupación por la falta de policía uniformada y permanente por este barrio que necesita especialmente una presencia policial más continuada, y afirman los vecinos que sienten miedo a hablar, a señalar con el dedo acusador a quienes originan tanto desmán porque sencillamente no tienen a nadie que les proteja después cuando, una vez pasado el temporal, los energúmenos retornen más pronto que tarde al barrio con la venganza entre ceja y ceja. Los poderes públicos, las administraciones han de actuar a no tardar demasiado en una barriada donde prevalece el fracaso escolar, donde reina una falta de valores sociales que son incapaces de ser impuestos desde la cuna. El problema del Príncipe es más social que policial, sin duda. Sólo basta pasear y charlar con sus vecinos para darse cuenta del muy elevado número de ‘buena gente’ que ha de vivir subyugada al apabullamiento de los incorregibles, como los menores que ahora están acogotando al barrio. Esos que bien aprendida la lección se aprovechan de las ‘facilidades’ de una Ley general del Menor de la que sacan beneficios espúreos los más niños, aspirantes a delincuentes; o sencillamente aprovechados por mayores para la comisión de ‘infracciones’ que es como se le llama a la actividad fuera de la ley de los que cuentan con menos de 16 años, precisamente los protagonistas de mucho de lo que ocurre en el barrio, o en el pueblo, como quieran.
 

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