Sin duda, es absolutamente cierto,
que el Príncipe no debería ser considerado como una barriada
y sí como un pueblo de unos 10.000 habitantes. Esta es una
de los pensamientos que ya circulan por la mente de los
responsables del actual gobierno autónomo. Lo dijo
recientemente el que más sabe de barriadas en Ceuta, el
viceconsejero de Equipamientos Urbanos, Gregorio García
Castañeda. Por tanto, el Plan Especial del Príncipe tiende
precisamente a que esa amplia zona de la ciudad vea
equiparada sus infraestructuras y su ordenación urbana, a la
del resto de la Ciudad Autónoma. Pero si al Príncipe hubiera
que tratarlo más como un pueblo que como una barriada,
convendría entonces también dotarla de los servicios de
seguridad fijos que todo pueblo debería tener. Los vecinos
continúan insistiendo en que les sigue faltando la comisaría
que voló en su día de allí; continúan expresando su
preocupación por la falta de policía uniformada y permanente
por este barrio que necesita especialmente una presencia
policial más continuada, y afirman los vecinos que sienten
miedo a hablar, a señalar con el dedo acusador a quienes
originan tanto desmán porque sencillamente no tienen a nadie
que les proteja después cuando, una vez pasado el temporal,
los energúmenos retornen más pronto que tarde al barrio con
la venganza entre ceja y ceja. Los poderes públicos, las
administraciones han de actuar a no tardar demasiado en una
barriada donde prevalece el fracaso escolar, donde reina una
falta de valores sociales que son incapaces de ser impuestos
desde la cuna. El problema del Príncipe es más social que
policial, sin duda. Sólo basta pasear y charlar con sus
vecinos para darse cuenta del muy elevado número de ‘buena
gente’ que ha de vivir subyugada al apabullamiento de los
incorregibles, como los menores que ahora están acogotando
al barrio. Esos que bien aprendida la lección se aprovechan
de las ‘facilidades’ de una Ley general del Menor de la que
sacan beneficios espúreos los más niños, aspirantes a
delincuentes; o sencillamente aprovechados por mayores para
la comisión de ‘infracciones’ que es como se le llama a la
actividad fuera de la ley de los que cuentan con menos de 16
años, precisamente los protagonistas de mucho de lo que
ocurre en el barrio, o en el pueblo, como quieran.
|