Doce buzos que alcanzaron la piedra del Pineo a las 11.00
horas entregaron dos ramos de flores y una corona a la
Virgen del Carmen en recuerdo de dos figura fundamentales en
la ciudad en el mundo subacuático: el investigador Juan
Bravo y el deportista Ernesto Valero. Los participantes
representaron a la Federación y a los clubes de buceo de la
ciudad.
La Federación Ceutí de Actividades Subacuáticas organizó
ayer un sencillo homenaje a dos figuras del buceo que ha
perdido la ciudad en fechas recientes: Juan Bravo, el
principal investigador de la arqueología submarina; y
Ernesto Valero, deportista con importantes participaciones
nacionales y descubridor de uno de los pecios franceses
naufragado frente a las costas de Santa Catalina.
Sobre las diez de la mañana se reunieron en el puerto
deportivo los doce buzos que participaron en el homenaje. El
Centro de Buceo de Ceuta, el Sirena Diving, Heptadelfos y
Kraken estaban representados. Sobre las once de la mañana
alcanzaron la conocida como roca del Toro, frente a la costa
de la Almadraba, donde a los pies descansa la talla de la
Virgen del Carmen. “Quisimos hacerlo de forma breve y
sencilla, bajamos los doce metros de la roca e hicimos la
entrega floral sin más ceremonia”, dijo el hijo de Ernesto y
gerente del Diving Center, Francisco Valero.
Juan Bravo, fallecido el 8 de enero en Granada a los 88 años
de edad, comenzó su andadura en la arqueología submarina
como aficionado y llegó a ser enviado por el CSIC a Cuba a
un Congreso Internacional de Arqueología donde su
intervención fue celebrada por los especialistas allí
reunidos. Realizó varias publicaciones y fue el primer
instructor de submarinismo que se tituló en España
recibiendo la Medalla de la Federación Española de
Actividades Subacuáticas.
Ernesto Valero fue seleccionado para representar a Ceuta en
seis ocasiones, con la particularidad de haber participado
en cinco modalidades deportivas diferentes. En 1968 se
proclamó Campeón de España por Equipos de Pesca Submarina y
fue tercero a titulo individual. También fue el descubridor
de uno de los pecios franceses naufragados en 1692 en los
isleos de Santa Catalina. Un hallazgo que fue estudiado por
Juan Bravo.
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