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sociedad - DOMINGO, 18 DE ENERO DE 2009


Los nichos de los militares. reduan

REPORTAJE / REVISTA CEUTA SIGLO XXI
 

El último vuelo del Halifax DT-586

El ceutí Luis Oliva Maldonado descubre
la historia del aeroplano que se estrelló
en Ceuta durante la Segunda Guerra
Mundial, hace ahora 66 años
 

CEUTA
Cristina Rojo

ceuta
@elpueblodeceuta.com

El 28 de enero de 1943 un avión con 7 tripulantes procedente de Gibraltar con destino Oriente Próximo se estrellaba en Ceuta. Todas las personas que se encontraban en el bombardero fallecieron, eran aviadores que voluntariamente se habían alistado con el bando aliado en la II Guerra Mundial procedentes de varios países integrantes de la Commonwealth. Los soldados fueron enterrados en Ceuta en el cementerio de Santa Catalina. Poco más se habló del tema hasta que, cincuenta y cinco años después, el grupo de lápidas con inscripciones en inglés llamó la atención de un funcionario de la administración de justicia de Ceuta, Luis Oliva. Una situación personal emocionalmente más sensible de lo habitual y una curiosidad “infinita” le llevaron a desarrollar una investigación gracias a la cual el ceutí ha podido atar casi todos los cabos sueltos de aquel accidente.

“Supongo que lo que me pasó a mí le podía haber pasado a mucha gente- dice Oliva-, sentí curiosidad al ver los nombres extranjeros en el cementerio y empecé a hacerme preguntas.

Empecé a tirar de la madeja poco a poco y cuando me quise dar cuenta me había pasado casi seis años buscando las piezas de un puzzle que ni si quiera sabía si podría reconstruir y para el que no tenía ningún tipo de guión, lo iba formando a ciegas”, dice. “No sé si hay procedimientos para hacer una investigación como esta, pero como era algo que surgía de un interés personal y no un trabajo, podía pasarme todo el tiempo que quisiera buscando”.

Lo primero que hizo fue preguntar al responsable del cementerio y acudir al registro civil para buscar las partidas de defunción, después pasó a la hemeroteca y allí encontró una breve nota sobre el accidente. La información local sobre el evento terminaba prácticamente ahí, todo lo demás tuvo que buscarlo en archivos nacionales y extranjeros, pero Oliva no se detuvo. Con muchísima paciencia y, pagando todos los costes de su bolsillo, contrató a una licenciada en biblioteconomía y documentación que buscaba para él archivos relacionados con el suceso en Madrid, y poco a poco empezó a reunir material. “En el Archivo histórico del ejército del aire en Madrid solo encontré dos papeles y curiosamente no los encontró la persona que contraté”. Pasaba el tiempo y Oliva comenzó a buscar en los países de origen de los tripulantes del Handley Page Halifax DT586, el piloto neozelandés, y los tripulantes: dos canadienses y cuatro británicos. Para aquel entonces la investigación se había convertido ya en algo personal, sobre todo a partir del momento en el que comenzó a contactar con familiares directos de los integrantes del vuelo.

“A lo largo de todo el proceso he tenido muchísima suerte, sin saber lo que buscaba exactamente, rastreando en distintos archivos de países tan lejanos llegué a contactar con los familiares de todos ellos, muchos de los cuales me enviaron cartas y fotografías originales de los soldados”. Todo este proceso Luis Oliva lo hizo a la antigua usanza, por carta, sin valerse de Internet ni el teléfono ya que él mismo no habla demasiado inglés. “El inglés fue uno de los grandes problemas con los que me encontré, de hecho naufragué a la hora de encontrar un traductor que pudiera pasar al español toda la documentación que recopilé sobre el accidente por su elevado nivel técnico y la variedad de las fuentes”, afirma. Así, aprovechando que estaba estudiando filología inglesa, llegó a pagar el desplazamiento de su amigo Jesús Damián Mateo a Inglaterra para que intentara entrevistarse con el familiar de un soldado. “Yo no me veía capacitado para ir allí con mi inglés, y tampoco era llegar a Londres y buscar, sino que mi amigo tuvo que encontrar un pueblecito bastante perdido en el oeste de Inglaterra”. El estudiante de filología llegó al lugar acordado, en una estación cercana a una antigua base de la RAF y después de mucho esperar llegó una señora “muy mayor” conduciendo un mini, era una de las sobrinas de uno de los aviadores ingleses.

“Toda la gente con la que he contactado a lo largo en estos años de trabajo siempre ha sido muy desprendida y me han ofrecido su ayuda”, comenta Oliva mientras ojea los borradores de su investigación, uno en inglés y otro traducido ya al castellano, mientras rememora los momentos en los que estaba investigando. Ahora, con el libro en el que ha volcado toda la información listo para ser publicado, se para a pensar que le gustaría editarlo él mismo por el mero hecho de devolverles el favor a los familiares de los aviadores. “Esto lo he hecho por interés personal y no como nada profesional, pero ahora me siento en la obligación de hacer algo por todas las personas que me han ayudado a recopilar la información. La mayoría de los familiares con los que me he carteado todavía me envían felicitaciones por navidad”.

Los familiares, que recuerdan muy poco de sus soldados, a parte de que eran muy jóvenes y se alistaron de forma voluntaria, han inducido en Oliva la pregunta que mucha gente se ha hecho sobre estos soldados: ¿Por qué se alistaron?. Aunque había soldados de estratos sociales distintos entre los siete, algunos de ellos tenían la vida resuelta; por ejemplo, uno de ellos era el hijo de un importante doctor que tenía una clínica privada. Otro, al más puro estilo del largometraje Salvar al Soldado Ryan perdía a sus dos hermanos en campo de batalla en el transcurso de la guerra. “Aquellos chicos realmente murieron porque lo único que querían era defender la democracia y eso, aún hoy, impresiona”, dice Oliva.

La mayoría de los familiares de los integrantes del vuelo Halifax DT586, desconocían en su día el lugar exacto donde perecieron sus hijos, hermanos o sobrinos. Debido a la política de la Commonwealth, que entierra a los soldados en el lugar donde fallecen, no pudieron recuperar sus restos. Pero gracias al trabajo de Luis Oliva, al menos dos de los familiares de uno de los jóvenes pisaron Ceuta recientemente y visitaron el lugar donde los siete descansan desde entonces.
 

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