No es la primera que en lo últimos
tiempos las circunstancias por las que atraviesa el Polígono
del Tarajal [por nombrar así a todos los que se ubican en la
zona] son noticia a tratar por los medios de comunicación
por una u otra razón. Sigue siendo el cuento de nunca
acabar. Y todo ello, con la espada de Damocles a la vuelta
de la esquina. Es decir cuando Marruecos libere sus
aranceles y decida [ya lo tiene proyectado] crear una gran
zona franca entre la frontera y la cercana población de
Castillejos [F’nideq]. Aún así el erre que erre es casi
devastador. El Polígono, convertido en un lugar sin ordenar
desde sus principios, y sin licencias de apertura, se
enfrenta ahora a la acción decidida de una administración
que no va a dejar pasar por más tiempo ese desbarajuste al
uso en la casa de ‘tócame Roque’ de la compraventa y
alquileres de naves sin el control mínimo de las legales
prescripciones que en materia de seguridad, sanidad y
reglamentarias que son exigidas en este tipo de
transacciones en cualquier otro lugar de la ciudad.
De tal modo que nada menos que 144 naves sin legalizar han
venido ejerciendo distintas actividades a lo largo de los
tiempos mientras no había problemas. Ahora todo son
impedimentos, críticas, peticiones, exigencias... un caldo
de cultivo que facilita la casi habitual presencia, en este
tipo de acontecimientos, de esa ‘logia’ instigadora que
adopta diferentes formas en la ciudad en función de por
dónde se mueva. Y no iba a ser menos en esta ocasión.
Los Polígonos son espacios cerrados y privados. La
persistencia, insistencia llevada a extremos en su momento
logró la apertura de un nuevo acceso hacia Marruecos en su
interior [el Biutz] pese a los negativos informes de
seguridad. Un error que muestra ahora su peor cara a diario
tal y como auguraban los informes. Y aun peor, porque los
propietarios de negocios en las naves no venden lo que
esperaban vender. Y los que se han visto obligados a cerrar
por orden administrativa se convierten [de manera ilegal] en
almacenes logísticos de los centenares de bultos retando la
acción punitiva de la Ciudad. Así funciona también el
Polígono y nadie se atreve a señalarlos... un caos.
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