Se acuerdan de aquella artista
israelí, Noa, que nos embelesó con su voz cantando en las
Murallas Reales…?. Hoy, esta columna cede su sitio a esta
sensible mujer comprometida con la paz.
“Es con el corazón apesadumbrado que les escribo hoy. Gaza
está ardiendo. La frontera con Israel está bajo fuego. Niños
en ambos lados de la frontera están aterrorizados,
traumatizados, heridos en cuerpo y alma. ¡Valiosas vidas se
pierden a cada instante! ¡Corre la sangre! ¡Abundan el dolor
y las lágrimas!
Lamentablemente eso nos es familiar,
demasiado. Estoy sentada en mitad de la noche en mi hogar
junto al mar. Ese mar que es nuestro, el Mediterráneo,
nuestra cultura, el de nuestro pueblo andariego, el de los
sin hogar, los nostálgicos, los constructores, los
sobrevivientes. Nuestros sueños son como las olas y dialogan
con la luna y las estrellas sobre la eternidad.
Desde ese
fatídico día de 1994 cuando asesinaron a Rabin a pocos pasos
de donde yo estaba, dediqué gran parte de mi vida pública a
cantar y a hablar por la paz. Ví el proceso de paz
levantarse y caer como los senos de una mujer respirando
durante la noche. Ví muchas oportunidades desperdiciadas.
Lamentablemente mucha obstinación, ignorancia y estrechez de
miradas se cruzaron por el camino. Un absurdo orgullo
pisoteó numerosas esperanzas. Canté y hablé. A veces discutí
y abracé a extraños. Muchas veces me conmoví hasta las
lágrimas e hice los amigos más inesperados. Amigos por
quienes cruzaría fronteras bajo fuego para darles
protección. Y hoy yo digo esto: tenemos un enemigo común, un
enemigo terrible, y tenemos que unirnos para vencerlo. Ese
enemigo es el fanatismo, amigos míos. Ese enemigo es el
extremismo en todas sus grotescas manifestaciones. Ese
enemigo está encarnado por todos aquellos que colocan a Dios
por encima de la vida, que pretenden que Dios es su espada y
su escudo y que combaten por él. Todos ellos son víctimas de
un horrible fanatismo. Yo a menudo hablé contra el fanatismo
en mi país, porque lo considero detestable. En el Gobierno,
en las colonias en Cisjordania, en las sinagogas. Muchas
veces arriesgué mi carrera y mi bienestar en esa lucha.
Ahora veo el horrible rostro del fanatismo, veo sangre en
sus manos y conozco uno de sus muchos nombres: Hamás.
Ustedes conocen a este terrible monstruo. Saben que viola a
vuestras mujeres y envilece a las inocentes mentes
infantiles. Ustedes saben que educa para el odio y la
muerte. Ustedes saben que es chauvinista y violento,
codicioso y egoísta y que se nutre de vuestra sangre
mientras evoca el nombre de Alá en vano, se oculta como un
ladrón y utiliza a inocentes como escudos humanos, utiliza
mezquitas como arsenales, miente y estafa y los usa a
ustedes como rehenes. ¡Yo sé que eso es verdad y que ustedes
lo saben! Pero no pueden hablar por miedo. Pero yo sí puedo
hablar. Tengo el privilegio de vivir en una democracia donde
las mujeres no son objetos, sino presidentes, donde una
cantante puede decir lo que se le antoja. Yo sé que ustedes
no tienen ese privilegio (pero estoy segura de que algún día
lo alcanzarán, Inshalla). Yo sé que ustedes están hartos de
ser mantenidos como rehenes por ese demonio, esa terrible
bestia, que está en Gaza, pero también está en Irak, en
Afganistán y en todas partes. ¡Pero ustedes son un pueblo
destinado a florecer en paz! ¡Su majestuosa historia ofrece
abundantes testimonios de creatividad en la literatura, la
ciencia, la música!.
A veces los veo en las calles, haciendo
manifestaciones de apoyo a los monstruos, gritando muerte a
los judíos, muerte a Israel. Pero yo no les creo. ¡Sé dónde
está vuestro corazón! Está donde está el mío, con mis hijos,
con la tierra, con el cielo, con la música, con la
esperanza. Yo sé que en el fondo de vuestros corazones
ustedes desean la derrota de la bestia llamada Hamas que los
ha aterrorizado y asesinado, que ha convertido a Gaza en un
estercolero de pobreza, enfermedad y miseria y los ha
sacrificado en su sangrienta locura de orgullo y codicia.
Mis hermanos, lloro por ustedes y también por nosotros.
Lloro por mis compatriotas que sufren por las bombas
arrojadas en el Sur, en el Norte y en todas partes. Lloro
por los soldados secuestrados y muertos, por las familias
enlutadas, por la inocencia perdida para siempre. Pero lloro
especialmente por ustedes porque conozco vuestro
sufrimiento. Sólo espero que Israel pueda hacer la tarea que
debe ser hecha y finalmente logre librarlos de este cáncer
de fanatismo llamado Hamás. Y espero que un resto de
compasión aún exista en sus corazones para que dejen de
usarlos a ustedes y sus hijos como escudos humanos.
Y
quizás tengamos una oportunidad de caminar despacio el uno
hacia el otro y darnos tímidamente las manos, mirarnos en
los ojos llenos de lágrimas y decir con voz ahogada:
“Shalom, salam. Ya basta. Ya basta, hermano mío”.
¿Quieres
un café? Quédate un poco, hablemos, conocemos las palabras y
las canciones y sabemos cuál es el camino.
Shalom. Salam.
Con un corazón quebrado que aún añora el amor. Vuestra
amiga, Noa”
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