La ola de desempleados en España
sigue creciendo para desesperación de las familias y poco
más. El gobierno que apostó en su último programa electoral
por el pleno empleo no es capaz de poner orden y trabajo en
lo que es un derecho y un deber. Mientras tanto, la
oposición parece estar intentando poner seguridad, pero es
en su partido, y en ello deben estar gastando todas las
energías laborales. Las otras minorías bailan al mismo son,
incluidos los sindicatos que se han quedado mudos, si es que
aún defienden a los trabajadores, que a veces lo pongo en
duda, puesto que en plena riada de despidos apenas se les ha
oído, ni visto, más bien se han atrincherado en un
trasnochado sindicalismo de oficina, en vez de tomar
iniciativas solidarias, frente a un sistema de dominación
indisociable de la economía de mercado que debe ser
depuesto.
Hay motivos para alzar la voz. El obrero no puede pagar la
factura de unos gobiernos poco previsores, que dilapidan los
impuestos, incompetentes hasta la saciedad, que encima
derrochan en viajes y almuerzos lo que debiera destinarse a
crear empleo, con una legión de asesores y cargos que son
una carga de despropósitos. Los embustes políticos
sobrepasan la crisis económica internacional. En sólo unos
meses miles de parados más. Los primeros en Europa en metro
cuadrado por desempleado. Los responsables de la economía
mundial ya miran con recelo a este país, cuya desastrosa
política económica, ya no sólo está incidiendo en la clase
obrera, sino que también puede llegar a incidir de forma muy
negativa en la Unión Europea. En suma, que la España del
desempleo está siendo una fuente de angustia y puede
convertirse en una verdadera calamidad social, sino se ataja
en verdad con políticas solidariamente comprometidas con las
familias en situación precaria. Menos predicar (mentiras) y
más dar trigo.
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