Ha pasado el tiempo en que los
deseos navideños han pasado al baúl, en espera de ser
utilizados de nuevo la próxima Navidad.
De los cientos de comunicados recibidos, entre correos
electrónicos y normales, casi todos se caracterizan por la
tradición que conllevan en sus diseños y contenido en
general. Algunos más modernos que otros, eso sí, con
intentos de ser hiperrealistas y de todos ellos destaco uno,
en formato “pps” que un amable lector y nuevo amigo ha
enviado: la “viejita” Mafalda, del buen dibujante de cómic
argentino, tocayo mío en castellano, da un toque de atención
a la actualidad con su peculiar monólogo.
Al definir como viejita a la niña de papel argentina Mafalda
me refiero a los años que lleva publicándose, no ya a la
edad que aparenta en los cómics ¿comprendido?
Bien, ahora me dirijo a algunos lectores que responden a mis
artículos de los tres diarios que me los publican (El Pueblo
de Ceuta, Sur y Qué Barcelona), con sus comentarios
realizados con todas las intenciones posibles.
Todos y cada uno de ellos y ellas deben comprender que no
estoy por la labor de ir respondiendo a cada comentario que
hagan, sea con buenas o malas intenciones, dado que lo que
yo hago, normalmente, es plasmar mi opinión personal –lo he
repetido infinidad de veces- sin hipocresías ni tapujos
inútiles para aparentar una educación que a nadie, por
cierto, le debería importar.
Si algunos de los lectores se sienten ofendidos, culpa suya
es y de nadie más. Darse por aludido es lo peor que puede
hacer cualquiera en público porque al fin y al cabo esa es
una de mis intenciones al escribir los artículos… que se
muestren tal como son.
Muchos de esos lectores anónimos o que se escudan en Nicks
genéricos (tal vez ignoren que son fácilmente identificables
a través de los IP de sus ordenadores, cuando son por correo
electrónico cuando envían sus comentarios) deben saber ya
que nunca me ofenden con sus comentarios cuando estos
contienen “veneno” sin motivo personal alguno. No me
preocupan en absoluto.
Para decir que uno es soez debe ser tan bajo y vil como ese
mismo adjetivo lo indica en todas sus acepciones y quién lo
es de verdad, resulta ser el único que suele mencionar ese
mismo adjetivo contra los demás al no poder encontrar
palabras adecuadas en sus intentos de dar respuestas que
rebatan alguna que otra de mis opiniones.
Esta es la última elucubración que pongo en mi ventana sobre
los comentarios que ni siquiera merecen respuestas
adecuadas. Pueden seguir escribiendo palabras con
intenciones de ofender personalmente… nunca lograrán
hacerlo. Quedan enterados, que no avisados.
Por otra parte, agradezco a los lectores y lectoras que
comentan mis opiniones de manera adecuada y dentro del
contexto correcto, que son la inmensa mayoría, dándoles
ánimo para que sigan comentando los artículos. Con ello
enriquece la noticia en sí misma, tanto con comentarios en
contra como a favor. Estamos en un país en que la opinión de
cada cual está democráticamente respaldada por la propia
Constitución.
Para aclarar las cabezas llenas de serrín de esos que tratan
de ofender sin conseguirlo. Les diré que el adjetivo soez
nunca puede ser aplicado a quién dice o escribe “cojones”,
“coño”, etc., sino a aquellos que utilizan una situación
real para aprovecharse mezquinamente y que son por lo
general bajos, groseros, indignos y viles. Adjetivos que se
agrupan en soez. Como ejemplo de mi aseveración sobre la
palabra soez bastaría citar a Camilo José Cela, nuestro
Nobel por excelencia, y ello funde todas las esperanzas de
quién trata de ofender gratuitamente.
Los que se basan en la hipocresía son inmediatamente
retratados y, por supuesto, el miedo que ordena mantener
silencio ya no existe en estos territorios autónomos
agrupados en un país. Esa clase de gente porta siempre
consigo un vistoso plumero, y siempre se ponen a ciscarse de
miedo ante contrariedades no esperadas.
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