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OPINIÓN - SÁBADO, 10 DE ENERO DE 2009

 

OPINIÓN / EL OASIS

Conversación en la barra de un bar
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Son tres las personas que exponen cómo han vivido las fiestas pasadas. En un momento determinado, la conversación deriva hacia el secretario general de Comisiones Obreras. Nada sorprendente, cuando los periódicos sólo destacan que el presidente de la Ciudad está en Madrid para reunirse con la cúpula de su partido.

En la barra del bar, amén de los tres contertulios, se encuentran dos clientes más; uno está en una esquina y apenas si parece interesarse por nada de cuanto acontece a su alrededor; el otro, quien escribe, se percata de que los hablantes han levantado la voz al referirse al sindicalista, para ver si pica y se suma al coro de los comentarios.

Pero yo me hago el lipendi. Como si estuviera pensando en las musarañas. Actitud que produce en los charlantes el estímulo suficiente para redoblar sus intenciones. Así que levantan aún más la voz para que me entere de que son amigos de Francisco Márquez, consejero de Hacienda, a quien Juan Luis Aróstegui ha calificado de mafioso esa misma mañana.

Pero que si quiere arroz, Catalina. Yo sigo en mis trece... Es decir, sin darme por aludido. Lo cual produce la reacción de uno de los componentes del trío: “Usted, señor De la Torre, sí que conoce bien qué clase de sujeto es el tal Aróstegui...

-Pues no, mire usted.

-Nadie lo diría... Porque rara es la semana que no le pone usted verde en su columna.

-Lleva usted razón. Pero lo hago porque el tal Aróstegui se empeña en decir que todos los medios están vendidos. Lo cual es una in congruencia, debido a que él los usa más que nadie para hacerse el artículo a costa de ofender a todos los que participan en la política activa.

De pronto, en el bar suena la voz grave de quien parecía estar ausente de cuanto allí se está diciendo. “Aróstegui es un tipo histriónico que necesita que se hable de él a toda costa. De lo contrario, se terminaría marchitando como una rosa. Y usted, Manolo de la Torre, debería ignorarlo. Ya que citarlo en sus escritos es como regarle su enorme ego”.

Dicho ello, el hombre guardó silencio y volvió otra vez a su lugar descanso. O sea, regresó a su estado de abstracción. Mientras los demás nos quedamos cortados... Hasta que yo reaccioné.

Estoy de acuerdo, total y absolutamente, con que Aróstegui es un histriónico de tomo y lomo. Un actor en toda regla, a quien le ha faltado confianza en sus años jóvenes, para haberse convertido en una especie de Doroteo Martí. Aunque no comparto la opinión de que mis comentarios acerca de él le impidan ponerse mustio. De ningún modo.

Y la razón es bien sencilla: Aróstegui gusta tanto de que se hable de él que, si no le prestásemos atención, saldría a la calle vestido de lagarterana un día y al siguiente lo haría paseando una bata de cola a fin de hacerse notar. El secretario general de Comisiones Obreras necesita ser el centro de todas las miradas. Y nunca renunciará a ello. Importándole un carajo, si me permiten la ordinariez, los medios que haya de usar para lograrlo.

¡Aróstegui tiene la cara muy dura! –dijo el cliente de la esquina. Lleva usted razón. Pero eso forma parte de su personalidad.
 

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