Perogrullada al canto: un partido
necesita organización. Y, por tanto, es imprescindible que
alguien se erija en figura principal de tal menester.
Dedicándole mucho tiempo. Con el fin de que pueda crear
redes de clientelas, que pueda buscar acuerdos con intereses
corporativos, que son la base de la esencia política.
La persona encargada de semejante labor ha de implantar una
disciplina férrea en el seno del partido sin que ella impida
el debate. Si bien éste ha de hacerse en su momento, cuando
las circunstancias lo aconsejen.
Los cimientos de un partido se mantienen gracias a una buena
dirección. Y, desde luego, están muy confundidos quienes
piensan que el jefe puede conseguir sus objetivos sólo
basándose en sus discursos. Poniendo a contribución sus
dotes oratorias. Y relegando a la política.
El Partido Popular es muy fuerte en esta ciudad. Y lo es, al
margen de que la derecha, por cuestiones obvias, haya dejado
sentir casi siempre su peso específico en las urnas, y, cómo
no, debido a lo que se ha dado en llamar el fenómeno
Vivas, por el trabajo que viene realizando Pedro
Gordillo.
Negar esta realidad, pese a los muchos defectos que puedan
achacársele al presidente popular, significa no querer
aceptar unos hechos que son incuestionables. Y, quien así se
expresa, nunca mantuvo ningún tipo de relación con Gordillo.
Es más, si algo tuvimos fueron desencuentros que hicieron
posible un distanciamiento perdurable en el tiempo.
En las fiestas pasadas, la noticia de la indisposición de
PG, en un momento donde la gente estaba más que predispuesta
a celebrar el acontecimiento navideño, resultó la comidilla
de todo el mundo y dio origen a toda clase de comentarios. A
los cuales presté oído y hasta tuve la oportunidad de jugar
mis bazas para enterarme de la tensión que produjo el estado
de salud de un hombre querido y temido a partes iguales.
Sí, ya sé que Gordillo es consciente de que su figura ha
generado odio entre quienes no le perdonan el poder que
atesora y el posible mal uso, que según ellos, hace de él a
veces. Pero tampoco es menos cierto que se habrá podido dar
cuenta, en momentos tan delicados para él, que su fuerza
radica, por encima de todo, en poder mantener la salud a fin
de resistir los embates de cuantos están esperando su
momento para aprovechar cualquier signo de desfallecimiento
en él, para entrarle a degüello.
Y lo más recomendable para mejorar en el aspecto físico es,
sin duda, el sosiego, la calma... Aunque pedirle reposo,
quietud, placidez, etcétera, a quien se ha distinguido
siempre por su vehemencia, a quien es impetuoso y
apasionado, resulte una gollería por mi parte, creo que es
lo más conveniente que puede hacer en estos momentos.
Lo cual no significa que deje de cumplir ninguna de las
funciones que tiene encomendadas. Y no hace falta decirle el
porqué. Es la hora en la cual el presidente del PP debe dar
muestras de que no sólo ha sabido hacer un partido fuerte y
disciplinado, sino que además es capaz de conservar la
cabeza fría cuando se ha visto diezmado por un arrechucho
que ha llenado de inquietud a unos y a otros; es decir, a
sus seguidores y a sus contrarios. Recupérate, Pedro, de
verdad. Por el bien tuyo y del partido.
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