Aparentemente bien diseñado, a
juzgar por las declaraciones que multitud de presidentes
autonómicos, incluido el ceutí, han realizado sobre la
propuesta de nuevo sistema de financiación autonómica de
Zapatero, el presidente del Gobierno se juega estos días no
pifiar el trabajo de muchos meses, específicamente con Ceuta
y Melilla, introduciendo una discriminación en su relación
con los líderes de los Ejecutivos de ambas ciudades no
citándoles a una entrevista como la que sí han tenido el
resto de sus homólogos peninsulares y de los dos
archipiélagos.
Como una negativa a recibirlos sería inentiligible para casi
cualquiera, el Partido Popular aprobó ayer una declaración
oficial respaldando firmemente la reivindicación de las dos
ciudades autónomas, cuyos presidentes advirtieron ayer al
Gobierno de España de que sería “una afrenta importante” no
sólo para ellos, sino para los ciudadanos de ambas
autonomías, semejante matiz diferenciador.
El respaldo del Partido Popular a sus reivindicaciones pone
de manifiesto una vez más que el primer grupo de la
oposición en el Parlamento nacional mantiene, ya esté en La
Moncloa o no, su compromiso con los valores que ayer volvió
a repetir Vivas como “guía” de su actuación: la igualdad, la
solidaridad y la generalidad.
Introducir ahora distingos inexplicables con Ceuta y con
Melilla en un asunto tan trascendental, del que depende la
suficiencia financiera (es decir, la posibilidad de las dos
administraciones de responder a las legítimas exigencias de
sus ciudadanos de ofrecerles unos servicios iguales a los
que reciben el resto de sus compatriotas) y la convergencia
de ambas con el resto de España dañaría de una forma casi
irreparable el trabajo desarrollado durante los últimos años
desde el Gobierno socialista para con ambas ciudades con
inversiones y gestos políticos de indudable relevancia.
En política los hechos son importantes, pero las formas son
imprescindibles, y Zapatero no debe perderlas ahora.
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