Con el efecto de la crisis se
reavivan las fechorías. La delincuencia de tipo económico y
la criminalidad organizada está a la orden del día. Si el
paro prosigue su camino de ascensos como todo parece indicar
y teniendo en cuenta que muchos de esos parados, más pronto
que tarde, dejarán de cobrar los subsidios, ya se sabe que
el hambre obliga, sin que eso por supuesto sea fundamento
para delinquir. Lo cierto es que la descarga tormentosa de
fraudes, estafas, robos y todo tipo de hechos delictivos, ya
esta siendo un verdadero tormento para algunos en este país.
El que las Fuerzas de Seguridad nos lo adviertan, para que
pongamos toda la atención debida y a buen recaudo nuestras
partencias patrimoniales, pienso que esto no es la solución.
No es bueno que la inseguridad ciudadana nos desestabilice
con una riada de temores, dudas y desconfianzas.
Antes de que sea demasiado tarde, creo que las diversas
administraciones han de unirse más que nunca, obviando todo
partidismo, para la eliminación de la pobreza y la
exclusión, que todo parece indicar retorna a nuestro hábitat
con nuevo vigor, y de todo lo que es, al mismo tiempo, su
causa y consecuencia: una débil formación en valores y un
masivo adoctrinamiento, la inseguridad ciudadana, la
criminalidad, el terrorismo, la corrupción, el tráfico de
armas y de drogas. Pasan también a través de la solución de
tantos otros problemas sociales como la discriminación, la
marginalidad, el racismo, la intolerancia y la falta de
respeto de los derechos humanos.
Son, pues, necesarias y urgentes las reformas que tengan por
fin, según los casos, la mejora de las condiciones
laborales, el aumento de la seguridad en el empleo, el
estímulo para la iniciativa en el trabajo, fomentar nuevos
impulsos para ser más competitivos. Pretender únicamente
poner orden a base de un estado policial o de aumentar las
penas, para nada solventa las cuestiones de conflictividad
social o inseguridad ciudadana. En suma, que esta galopante
incertidumbre puede ser descabezada de un plumazo si el
Estado, con todos sus poderes al unísono, pone en marcha un
sistema educativo capaz de hacer disminuir las cifras de
abandono escolar, si en vez de migajas ofrece e incentiva
oportunidades laborales para todos los sectores sociales,
sería poner en valor el trabajo como derecho y deber, y si
además, en verdad se apoyase a las familias en situaciones
especiales o de riesgo.
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