Aquí me tenéis. Un año más me
pongo al frente del teclado, que ahora suena un poco raro al
estar tantos días inactivo, con muchos deseos de que os
encontréis, queridos e hipotéticos lectores, bien de salud y
felices con el 9 por delante.
Las fiestas navideñas, incluyo las de Nochevieja, Año Nuevo
y Reyes, han pasado como un suspiro de rey moro abandonando
sus jardines alhambreños y dejándonos un sabor de boca
empañado por el sentimiento algo entristecido de ver a un
país -que según la leyenda, la historia y la Biblia fue la
patria del niño-hombre por el que celebramos las fiestas-
machaca cruelmente a seres humanos cuya única culpa es vivir
cerca de donde viven terroristas.
Hoy en día se ha impuesto el choque de civilizaciones y el
año empieza igual que como acabó: con muertes y más muertes.
Sin olvidarnos de esos otros terroristas asesinos indígenas
del país que colocan furgonetas llenas de explosivos.
Quería empezar el año con artículos más alegres, más
divertidos, menos ofensivos con los peperos, pero la verdad
es que resulta realmente imposible poner buena voluntad en
ello.
Los hechos, las noticias, las declaraciones desafortunadas o
no de nuestros políticos hacen una tarea difícil que uno se
avenga a ser suave, misericordioso y templado en sus
opiniones.
Todo ello anula mi voluntad de no ser tan crítico y, como
dice algún que otro lector que escribe cartas escondido tras
el anónimo, menos soez con mis palabras escritas… a saber
qué entiende por soez.
Con todo y a pesar de que el nuevo año nos trae más de lo
mismo, espero que vayamos superando todos los obstáculos que
nos encontremos enfrente. A todo ello tenemos que meditar lo
que ya se plantea como una auténtica tradición que resulta
una no menos auténtica contradicción. Me refiero a que con
el año nuevo tenemos el aumento de los precios de una manera
que resulta incongruente con estos tiempos de crisis.
En condiciones normales la subida de los precios sería una
cosa que aceptaríamos necesariamente por no privarnos de
otras cosas. Pero con la manida crisis encima, con las
dificultades económicas que afloran por doquier, la subida
de las tarifas no ayuda precisamente a serenarnos.
Y si los precios suben muy por encima del IPC… las pensiones
quedan explícita e implícitamente jodidas por el mismo IPC.
Dado que los pensionistas llevamos camino de ser
convertidos, en un futuro cercano, en mendigos con
escasísimo poder adquisitivo… creo que me pondré en camino
para fundar un partido político que nos represente
debidamente. Lo llamaría Partido Pensionista, con lo que
fastidiaría, de paso, a los peperos por disponer de las
siglas PP igualmente.
Los juegos de manos políticos encaminados a aumentar lo más
mínimo posible nuestra mísera pensión es, en mayor parte,
por culpa de nosotros los jubilados. No nos enfrentamos al
Estado, que cree que somos una generación caduca que solo
hacemos tirar el dinero a la S. Social.
Si todos los jubilados del país hicieran frente a ello
desviando sus votos al PP (Partido Pensionista) y con ello,
al ser millones de votos, poder manejar las riendas
políticas… otro mundo resultaría al imponer condiciones
dignas.
Después de más de cuarenta años trabajando por y para el
país… ¿no creen que merecemos algo mejor?
Estamos viviendo una nueva forma de esclavitud. Ya no
respondemos a tantos abusos mientras destinan millones y
millones de euros para tapar agujeros que unos sinvergüenzas
provocan para beneficiar a los de siempre.
Solo pregunto a nuestro Gobierno: ¿Cómo justifica tantas
subidas de precios tan espectaculares, cuando el IPC está en
el 2% y el crudo por los suelos?
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