Aquí exponen lo que son”, dice la encargada de la Galería de
Ginés Serrán Pagán, Ana Carpena. Y la verdad es que la
selección de obras que recoge la exposición de varios
artistas locales es una buena forma de tomar el pulso a la
vanguardia del arte ceutí. En la galería de la zona
comercial del Hotel-Parador La Muralla no hay estatuas de
guardia civiles ni de jarras de cerveza. No hay encargos:
“Son ellos mismos. No hacen lo que les encarga un tercero.
Es muy diferente lo que se hace por encargo y lo que se hace
por una necesidad de creación”, explicó Carpena.
Sólo hay que mirar un cuadro de Miguel Illescas.
Sorprendentemente difierente. No utiliza lienzo, sobre una
superficie de tela de saco manchada por un blanco encalado
realiza un dibujo minimalista a lápiz, casi el garabato
distraido de un estudiante sobre la esquina de un libro. Y
dentro de la composición descuidada, un mensaje escrito que
da una pista del significado, o no, porque Illescas no
parece un artistas de significados inmediatos. En una de las
dos composiciones colgadas en la galería se repite, en las
columnas de lo que parece un esquemático y desvencijado
templo griego, la palabra refugio una y otra vez. Casi con
desesperación.
El propio Gines Serrán Pagán también expone en la muestra
organizada por su Fundación. Si se analizase la obra de
Serrán Pagán exclusivamente a través de sus estatuas
desperdigadas por las calles de la ciudad, se obtendría una
visión abolutamente sesgada de su obra, casi equívoca. El
autor de los Hércules que reciben a los navegantes en el
puerto o la estatua de Gandhi del paseo de la Marina o del
Al-Idrissi del abandonado parquecito situado en el
desdoblamiento de las Palmeras tiene a sus espaldas un
amplio recorrido desde la figuración a la abstracción y,
desde ahí, recuperó las formas figurativas. La ida comenzó
con la influencia de los pueblos indígenas americanos y la
participación junto a autores como Chillida en una
exposición del Museo Guggenheim de Nueva York en los años
80. La vuelta fue catalizada por el expresionismo y poetas
chinos como Hang o Tang. En la muestra, junto a pequeñas
estatuillas que replican su obra en Ceuta, hay cuadros que
evidencian este trayecto. Ginés, como buen escultor, “es
textura”, definió Carpena. También color. En muchos cuadros
domina una tonalidad, recurrentemente el azul de Chaouen,
que en ocasiones es manchada con tonalidades relacionadas.
La galería permite también redescubrir a los hermanos
Pedraja. “Es una obra más personal. Cuando nos realizan un
encargo normalmente estamos muy atados. Por ejemplo en la
estatua sobre la Semana Santa existía la obligación de que
estuviese la figura del niño agarrado de la mano al
penitente. Eso no te permite partir la figura con huecos o
hacer algo como en lo que habitualmente trabajamos en el
estudio”, indicó Alejandro Pedrajas. La sensualidad y la
anatomía, influenciadas por el organicismo de Henry Moore,
son las notas predominantes de la otra obra de Alejandro. La
figura curvosa en cedro de lo que vagamente recuerda a una
mujer tendida, hinchada por multitud de huecos horadados en
la madera, es una de las obras más visibles de la
exposición. “A esta figura le tengo un especial cariño. He
recibido muchas ofertas por ella pero no la quiero vender.
De ahí parte todo, cada vez que quiero hacer una escultura
con este tipo de sensualidad pienso en ella”. También hay
muestras de lo que hace su hermano Javier en las oscuridades
de su estudio del centro. Más influenciado por Rodin, la
galería recoge una suerte de deconstrucción de un caballo
(por utilizar un término en boga gastronómico y pedante).
“Otra veces sí que puedes trabajar con algo más de libertad.
En el edificio Coral nos dijeron que hiciésemos lo que
quisieramos y allí hay un cuerpo femenino entre corales, que
es algo más personal”.
Otro de los autores ceutíes recogidos es Diego Canca.
Practica un hiperrealismo que puede verse en alguno de los
bodegones presentes en la galería. Pero también existe otra
parte de su obra más conceptualmente ligada a Dalí, “aunque
con estructuras diferentes”, puntualizó el propio Canca; en
el que se tiende hacia el surrealismo. Una especie de
crucifixión de una cuerda triste y la figura de un enorme
leño en forma de lápiz también pueden contemplarse en la
galería. “Yo hacía muchos retratos por encargo y
prácticamente lo he abandonado. Ahora solo acepto encargos
muy particulares- dijo Canca- y siempre intento integrar el
retrato dentro de una escena”. El autor no tiene muchos
problemas para mostrar su obra más vanguardista: “Cuando
hago una exposición, los coleccionistas ya saben a lo que
vienen”.
La exposición permanente también recoge verticales obras
abstractas de Antonio San Martín o las cromáticas acuarelas
impresionistas de Antonio Orozco. Ahora se ha añadido la
figura del caricaturista Vicente Alvárez con varias de las
mordaces tiras cómicas de Pepe Caballa y la pavana, una de
las figuras más reconocibles del micromundo ceutí.
Esta selección de artistas y obras, que puede continuar
ampliándose, pone en evidencia la altura, muchas veces
desconocida, de los artistas locales: “En Ceuta hay un nivel
que es sorprendente. Los autores que hay aquí podrían
exponer en cualquier ciudad de la Península lo que pasa que
muchas veces tendemos a despreciar lo que es nuestro”,
evaluó Ana Carpena. “Por eso esperamos que la gente se anime
y pueda ver con total tranquilidad lo que aquí tenemos
expuesto. Tienen la posibilidad de acercarse al arte que se
hace en su ciudad y ver la calidad de sus artistas”.
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`La cruz nueva´, la visión particular de la crucifixión de
Diego Canca
Uno de los cuadros más llamativos
de la Galería de la Fundación de Ginés Serrán Pagán es La
cruz nueva, una visión absolutamente personal del casi
género pictórico de la crucifixión de Diego Canca. Sobre
unos tableros de madera, el autor pinta una serie de
adoquines, una cuerda enganchada a los tableros recuerda a
la figura de un Cristo patético. “Yo tenía muchos deseos de
hacer una crucifixión. Pero quería que fuese algo distinto y
alejado a las figuras tradicionales”, indicó el propio
autor. La obra no tiene un significado religioso: “El
personaje puede ser cualquiera, no sólo Jesucristo. Quería
plasmar la tristeza y sobre todo el sufrimiento que supone
tener una carga. Todos cargamos con una cruz en la vida y es
muy difícil llevarla”.
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