Una fecha, el 7 de abril de 2008, está marcada en la mente
de los 72 indios que salieron del Centro de Estancia
Temporal de Inmigrantes (CETI) aquél día y comenzaron a
vivir en los montes de Ceuta para evitar la expulsión a su
país. El regreso a una tierra de la que salieron ya hace
años y a la que no quieren volver. Sin embargo 275 días
después de que saliesen del centro de acogida de la ciudad,
15 de estos inmigrantes han abandonado la medida. Los días
se hacen cada vez más largos “y se pasa muy mal”. Quien
pronuncia estas palabras es Rocky. Llegó a Ceuta hace dos
años después de un viaje en el que voló hasta Casablanca y
después le llevó al norte de Marruecos donde esperó algo más
de dos meses hasta que logró llegar a Ceuta “y ya me
gustaría salir de aquí”. Siempre serio responde a las
preguntas con frases cortas después de buscar durante un
tiempo las palabras adecuadas, unas veces por el idioma
aunque otras muchas por desesperación. Señala que tras casi
9 meses en el monte “todavía no hay solución y todo el mundo
ha tenido problemas de picaduras, fiebre, gripe e incluso
uno ha tenido que ser ingresado por problemas mentales,
aunque ya está bien”. Con una vida entre caminos, plásticos
y madera, para Rocky los peores días son los que llueve. Y
es que señala que los los días de lluvia “se moja la
madera”, algo imprescindible cuando dependen del fuego para
hacer la comida. Además apunta que los plásticos de las
tiendas que se han construído para pasar las noches “se
están rompiendo después de tanto tiempo”.
El día de la visita al campamento es especial para este
grupo de inmigrantes. Según apunta Rocky son sijs y hoy
celebran el nacimiento de Guru Gobind Singh. Por este motivo
han cocinado hoy una comida especial “lentejas, coliflor y
arroz con leche, la mejor comida que hemos hecho desde que
estamos aquí”, sostiene. Unas 20 personas comen en el suelo
con un pañuelo en la cabeza que según señalan es como les
dicta la religión es este tipo de ocasiones, sin embargo,
con estas condiciones de vida, utilizando agua del monte y
durmiendo bajo el cielo ceutí, algunas de las tradiciones se
dejan un poco de lado tal y como confiesa “porque aquí no
las podemos mantener”. Los que no comen, fuman, charlan, se
acercan a escuchar la conversación con Rocky, preparan más
comida o alguno abre un libro para leer. Diferentes formas
de pasar el tiempo que está marcado por la incertidumbre.
“No me imaginaba que España era así”, sostiene.
Rocky se muestra parco en palabras sobre todo cuando se
habla de dos asuntos la familia y el futuro. Para el futuro
no se plantean llevar a cabo, de momento, otra medida de
presión para intentar llegar a una solución “porque no
queremos molestar ni hacer nada fuera de la ley, sólo
queremos pedirle a la Delegación que piense en nosotros para
que podamos ir a la Península y trabajar”. Un trabajo que
tal y como señala este interlocutor no todos quieren llevar
a cabo en España. “Los hay que quieren ir a Alemania o a
Italia porque allí tienen amigos”. Si a Rocky se le pregunta
por la familia, el largo silencio y sus ojos responden
suficientemente por él, aunque acompaña esta respuesta con
palabras: “hablamos con ellos cuando tenemos dinero, saben
que estamos aquí y se lleva mal”. Pocas palabras y casi
ninguna optimista salen de la boca de Rocky y apenas asoma
una sonrisa en el momento de la despedida.
El optimismo tampoco aparece en las palabras del
representante de la comunidad hindú en Ceuta, Ramesh
Chandiramani, quien considera que la salida de Ceuta hacia
la Península “es muy complicada y más en estos momentos”.
Una afirmación en la que además recuerda que la solución
final está en manos del Ejecutivo central. Chandiramani
señala que muchos de los inmigrantes llevan “tres y cuatro
años” fuera de su país algo que se suma al tiempo que están
en Ceuta sin conocer su futuro, “psicológicamente es muy
duro soportar el paso del tiempo sin saber qué pasará”,
apostilla. Por eso hace un llamamiento a las autoridades
para que “reflexionen” sobre este tipo de situaciones y para
instar a la Administración central a que den una solución a
este tipo de casos en un periodo más corto de tiempo. Y
mientras llega la solución Chandiramani señala que ellos
como comunidad les seguirán dando apoyo humanitario: “Les
damos comida, les compramos medicamentos e incluso dos o
tres médicos de la comunidad les ayudan cuando tienen alguna
enfermedad” apunta. Señala además que comparten templo con
algunos de los inmigrantes “y poco a poco vas conociendo las
historias de cada uno”.
Pero para el representante de la comunidad hindú en Ceuta la
situación personal de cada uno de estos 72 inmigrantes, ‘72
tragedias’ como los califica en un momento de la
conversación, se enfrenta directamente con la legal.
“Nosotros como comunidad somos rigurosos con las leyes. Hay
que cumplirlas y ellos han entrado de forma ilegal”. Por
ello se pregunta: ”¿Ante esto qué puedes hacer”.
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