Se busca, esperemos que no a
cualquier precio. Se desea, confiamos también que no pase
como con la aspiración de ser feliz que todo el mundo la
ambiciona para sí, pero no que lo sea todo el mundo. En todo
caso, fuentes de toda poética, nos han dicho que el cuidador
de las huchas públicas, portador de un aire entre frío y
templado, rasgos coincidentes con Solbes, se está dejando el
alma en la operación autonómica.
Al parecer, bucea la manera de que espigue el consenso
autonómico, junto a su jefe de filas el Presidente del
Gobierno, dispuestos ambos y toda su corte ministerial,
incluidos la legión de asesores y aduladores a los que por
cierto no parece afectarles el desempleo, puesto que das una
patada y ya no te sale un poeta como antaño, de los que
luchaban a pecho descubierto, sin nómina, por los ideales,
sino un asalariado del suculento negocio de la política. El
cónclave político, pues, está dispuesto a dar el todo por el
todo a las Comunidades Autónomas. No importa que se desnude
al Estado y le entre la pulmonía del desespero por la falta
de aire para pagar deudas, que son servicios básicos
estatales. En cualquier caso, el carpetazo a la deuda
autonómica ya tiene su guión novelístico. Aspira a ser un
betseller en el actual 2009. Un caudal de votos serán los
dividendos.
La manzana no puede ser más tentadora: Garantizar que
cualquier ciudadano, independientemente de la comunidad
autónoma donde resida, tenga la misma financiación para los
servicios públicos fundamentales que recibe y que, el resto
de competencias transferidas a las Comunidades Autónomas,
tenga también financiación suficiente. Dotar de mayor
autonomía financiera y corresponsabilidad fiscal a las
Comunidades Autónomas que dependerán más de ellas mismas y
serán menos dependientes de las transferencias del Estado. Y
reducir las diferencias actualmente existentes en la
financiación percápita entre las distintas Comunidades
Autónomas. La verdad que toda esta música suena muy bien,
pero no pasará del blá-blá-blá… Lo cierto es que, con tantos
baches que desnivelan las regiones y con la hucha rota, a no
ser que la magia nos gobierne, la novela se quedará en eso,
en pura literatura, en un sueño dirigido que es pura
fantasía. Primero, porque para que haya equidad donde la
desigualdad es manifiesta exige políticas desiguales, que no
son políticamente correctas para el guión trazado; y,
segundo, porque para poner en escena el argumento, la
inventiva de los nuevos fondos, es condición necesaria que
la alcancía estatal posea más que calderilla.
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