Debo decir, en primer lugar, que
no soy yo la persona que más veces va a misa y a otros actos
religiosos, por cuanto mi forma de pensar se encuentra a
años luz de la trayectoria que lleva la Iglesia, en estos
momentos, y sus dirigentes “oficiales”.
Dejando esto sentado y contando con que tampoco es “santo de
mi devoción” ( y lo conozco desde hace más de 40 años)
monseñor Rouco y otros de “su cuerda”, lo que no puedo
ocultar y creo que muy pocos lo podrán hacer tampoco, es la
perplejidad que uno siente al ver como, por encima de un
millón de personas y en una mañana no excesivamente
agradable, se daban cita para asistir a la “Misa de la
Familia”, en la plaza de Colón de Madrid.
Multitud de fieles, pues, llegados de todas las partes del
país, para vivir todos juntos una celebración por quienes en
palabras de Rouco Varela son “los nuevos Santos Inocentes de
la época contemporánea”.
Para que nada faltara y por videoconferencia, aunque en
diferido, la presencia del Papa, Benedicto XVI, apoyando el
sentido que, desde un principio, se ha querido dar a esta
“manifestación religiosa”, ahora ya por segunda vez y este
año, además de en Madrid, también en otras ciudades como
Barcelona, Sevilla o Bilbao.
Es cierto que no se logró celebrar un acto unitario, pero el
hecho de que además de en Madrid, también, hubiera
celebraciones en otras partes del país, indica que las
posiciones sobre asuntos como el aborto o como los
matrimonios de homosexuales son muy similares en la Iglesia
Oficial y, buen cuidado tengo al utilizar el adjetivo
Oficial.
A Madrid, en cuanto a la jerarquía eclesiástica, vinieron
los más afines a Rouco, una treintena de obispos del sector
conservador que han sido los que, nuevamente, llevaron a la
Presidencia del Episcopado Español a Monseñor Rouco Varela,
que anteriormente había sido desplazado por monseñor
Blázquez, el abulense obispo de Bilbao.
El cardenal de Madrid, Rouco, afirmó lo que él considera la
doctrina de la Iglesia sobre la familia, como “comunidad
indisoluble de amor y vida, esencialmente abierta al don de
la vida: los hijos”.
Obviamente, con esta afirmación daba un fuerte mandoble a
dos temas que hoy están a la orden del día, el aborto y el
divorcio, además de que volvía al retrato robot de la
familia existente hasta hace pocos años y que encarnaba el
único canon de normalidad en las uniones.
Bajo esas perspectivas, este retrato robot, para Rouco
Varela, constituye el modelo de familia, único y verdadero,
cuya actualidad no pasa nunca.
Una vez más, y en esto se ha equivocado miles de veces la
Iglesia, nos encontramos con la defensa de valores
inmutables, con situaciones de statu quo, cuando la sociedad
es algo dinámico.
No seré yo quien ponga en tela de juicio la “buena voluntad”
de Rouco Varela, pero sí que estoy convencido de que en
estos temas resbaladizos se equivoca con frecuencia.
En la homilía, los aspectos “político – sociales” se dejaron
ver en las peticiones “por los gobernantes, para que
acierten con las leyes de familia”, y tras esto, la multitud
terminaba emocionada con las palabras del Papa, no muy
distantes de las del purpurado madrileño. Con un: “Muchas
gracias, que el Señor os acompañe en vuestro regreso a
casa”, terminaba un acto que fue capaz de atraer a más de un
millón de personas. Así son las cosas.
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