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sociedad - MARTES, 30 DE DICIEMBRE DE 2008


la familia se reúne para las fiestas. a.s.

familia de ACOGIDA
 

La Navidad: una cita
de encuentro familiar

Ucrania, China y Ceuta se dan la mano en
el hogar de María de los Ángeles y Elías;
un matrimonio que en las fechas navideñas
se convierte en familia numerosa a través
del reencuentro con sus seis hijos

CEUTA
Cristina Marzán
ceuta@elpueblodeceuta.com

Como para casi toda la humanidad, las fiestas navideñas son una cita en la que la paz, la armonía, la convivencia y los mejores deseos protagonizan la despedida de un año y la entrada de otro. Días muy especiales en los que quedar con los amigos para dar un paseo, comprar regalos para los Reyes Magos y los reencuentros, emocionan a todo el mundo.

Pero aun más especial es la reunión familiar, sentados ante un mesa bien cargada de exquisitices en compañía de los seres más queridos y con los que el resto del año no puedes compartir esos pequeños momentos que hacen tan felices. Es el caso de María de los Ángeles y Elías, que en la Navidad vive el reencuentro con sus seis hijos; dos de ellos, estudian en la península; otros dos más pequeños, Sacha y Lilya, llegan desde Ucrania; y las dos mujercitas de la casa, Laura y Ángeles, adoptada en China. Todos conviven durante estas fechas tan emotivas y con una sola mirada expresan en su rostro la satisfacción y la alegría de estar en el cobijo y el calor del hogar.

“Sacha vino primero hace tres años; no entraba en mis planes la acogida puesto que ya tenía a mis tres hijos, la pequeña que recogimos en China y pensábamos que cuando se fueran, nos íbamos a quedar echos polvo. Pero de casualidad nos hablaron del tema y nos convencieron porque ellos necesitan muchísimo cariño, un beso por las noches y convivencia familiar. De hecho, ellos vienen mucho más mentalizados que nosotros, sabiendo que son unas vacaciones”, explicaba María de los Ángeles.

Aunque realmente de quien nació este proyecto intercultural familiar fue de Elías; “un compañero me lo comentó, que estaba asociado en Digmun, me explicó que era maravilloso, lo propuse y todos estábamos de acuerdo. A fecha de hoy, estoy muy orgulloso como padre”, confesaba.

Hace tan sólo un año, toda la familia decidía acoger también a Lilya, procedente de un orfanato de Kief, y así la pequeña Ángeles tendría una compañera, una amiga, una hermana con la que poder jugar y cometer alguna que otra travesura en las dos fechas claves en la que los niños ucranianos regresan a la ciudad; en verano y por Navidad. “Tengo nueve años y hace muy poquito que hablo español. Me gusta más España porque vengo de vacaciones pero echo de menos a mis amigas del cole. Y aquí en Ceuta vamos de compras, vemos la tele y jugamos mucho”, confesaba la adorable Lilya. Y poco tiempo tardó Ángeles en añadir unas palabras hacia su hermanita ucraniana: “es muy guapa y muy buena. Nos queremos un montón; primero se van, luego vienen otra vez y no hay que llorar”, comentaba muy simpática la pequeña.

Sacha, que cuenta con más experiencias ya que ha venido a la ciudad autónoma durante tres años, manifestaba que “me encanta la playa, aquí he aprendido a nadar, también he conocido al ratoncito Pérez, que me trajo 10 euros y me compré muchos coches, y montar en bici”. Y mientras todos los niños hablaban, contaban sus historias y compartían risas recordando historias, María de los Ángeles y Elías los contemplaban embelesados, con mucho amor y ternura, y gran orgullo no sólo por haber creado una gran familia sino por haber fundado en todos grandes valores como el respeto, el cariño y la solidaridad. “Es impresionante la falta de todo que tienen estos niños, de aseo, de higiene. A Sacha antes no le gustaba ducharse y ahora le encanta; hasta la ropa la echa a lavar cada vez que se la pone”, explicaba María de los Ángeles.

El ambiente navideño, alegre y sensible a la par que emotivo, rodeaba el hogar de estos ceutíes; un ejemplo a seguir de buen corazón, compatibilidad y capaces de ofrecer sin esperar nada a cambio aunque confiesan que “aburrir no me aburro y me enseñan de todo como por ejemplo la fruta, que se lo comen todo, incluso el hueso. Nos enseñan a valorar lo que tenemos porque simplemente llegan con los puesto. Y cuando se marchan, nos da muchísima pena porque la casa se queda vacía; son muy cariñosos, están todo el día dando besos y abrazos”, añadía Laura, hija del matrimonio. Mientras que Adrián, uno de los cabecillas de la familia, confesaba que “cuando vengo tengo dos opciones: amargarme o pasarlo bien con ellos porque estudio en Sevilla y siempre estoy solo. Lo que más me sorprende es la realidad de la vida porque lo vemos en la tele y no nos lo creemos. Pero cuando vienen aquí conocemos las carencias que realmente padecen y vemos que es verdad”. Según María de los Ángeles y continuando las palabras de su hijo Adrián, “hay que implicarse porque es cierto que todo lo vemos por la televisión, desde fuera, y es muy diferente a vivirlo. Además tengo muchísima suerte, se lo digo a todo el mundo; estoy muy orgullosa de todos mis hijos”.

Celebran juntos la Nochebuena, la Nochevieja, la entrada del Año Nuevo y viven con ilusión la llegada de sus Majestades de Oriente, y cómo mejor que rodeados de los más pequeños, quienes con sus sonrisas y sus comentarios inocentes alegran cada mañana de María de los Ángeles y Elías. Sin embargo, el momento de la despedida y el regreso a la sombría Ucrania siempre llega, y con su marcha, siempre hay un hueco para alguna que otra lágrima. “Saber que están allí y no aquí es muy duro porque cada uno tiene su propia historia y normalmente es una tragedia lo que llevan a cuestas estos niños. Entonces, yo sé que están “bien” porque tienen unas cuidadoras y se ve que ellos las quieren muchísimo. Pero sé que regresan a lo malo, a la carencia afectiva, y cuando vienen o se van, siempre lloramos. Sobretodo la primera vez, cuando Sacha llegaba tembloroso, muerto de miedo. Pero luego se adaptó muy bien, y lo mismo ocurrió con Lilya y Ángeles que la tenemos desde pequeñita”, narraba la mamá, muy emocionada.

Y claro está, que entre anécdota y anécdota, no faltaron las risas. “Al principio no entendíamos nada porque sólo hablaban ucraniano y nos dirían de todo pero es verdad que aprenden muy rápido, se han adaptado perfectamente y nos entendemos”, concluían todos muy emocionados.
 

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