No queremos nada de los malos de
los americanos de América. Oiga, en verdad, son una jarta de
malos. Yo he visto, en muchas películas, como los casacas
azules mataban a muchos indios. Y es que, qué quieren qué
les diga, no estaba bien eso de matar tantos indios para
quedarse con sus tierras. Y más teniendo en cuenta que no
había petróleo y ni los indios, que se sepa, tenían armas de
destrucción masiva.
Naturalmente que todo lo que les cuento es de película, y ya
se sabe lo que dicen al final de las mismas: “todo parecido
con la realidad es pura o mera coincidencia”. O sea la misma
frase que se puede emplear con todos aquellos, que se
autodenominan “nosotros los políticos”. Pues está más que
demostrado que todo parecido con la realidad es pura o mera
coincidencia.
Me estoy liando más que la pata de un romano. Yo no me
quería referirme ni hablar de algunos de los políticos y,
mucho menos en estas fiestas navideñas en las que estoy de
un bueno subido que asusta.
Yo me estaba refiriendo, en este escrito, a los malos,
malísimos de los americanos de América, a los que hemos
estado una temporada que no los podíamos ver y que con la
llegada de Obama, a la presidencia de los EE. UU, estamos
con ellos a partir un piñón. Me imagino que antes no serían
tan malos, ni ahora tan buenos. Lo que sucede es que “en
este mundo traidor nada es verdad ni mentira, todo es según
el color del cristal con el que se mira”.
Bueno pues recordando cuando eran tan malos, no acierto a
comprender como nuestra juventud y lo que ya no son tan
jóvenes, se dedican a copiar todo lo de los americanos de
América. Hemos copiado las cosas esas que se ponen en las
orejas, en los labios, en el centro de la lengua y en
cualquier parte del cuerpo, a lo que llaman piercing, y que
según algunos científicos pueden producir enfermedades.
Hemos copiado los tatuajes, que son esas cosas de llenarse
el cuerpo de garabatos, los chaquetones con capucha e
incluso esas comidas que se venden en las firmas famosas
americanas que están inundando el Mundo entero y que dista
mucho de ser una dieta mediterránea, más bien todo lo
contrario. Y, por supuesto, algo que ha sido incluso capaz
de entrar en la Rusia, ese paraíso? que todavía tenía el
muro de la vergüenza para patrocinar un encuentro de fútbol,
la Coca – Cola.
Ante todo esto uno, en su inocencia y desconocimiento de
tanta y tanta modernidad, se pregunta si hemos sido capaces
de copiar tantas y tantas cosas, algunas no muy buenas que
digamos, de los malos de los americanos de América por qué
razón, en un alarde de facultades mentales, no hemos copiado
su sentido del patriotismo, donde América, para ellos, sean
del estado que sean, es lo primero, Si copiásemos este
sentido del patriotismo americano, donde España estuviese
por encima de todo, otro gallo nos cantaría.
Esto, por supuesto, no estaría bien visto y sería acogido
con desagrado, por todos esos aldeanismos trasnochados y
caducos que quieren separarse de España, pero que con el
dinero de todos los españoles, sigamos manteniendo sus
absurdos aldeanismos.
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