Mucho me he de equivocar, si el
villancico más cantado en estas fiestas navideñas no ha sido
ese que dice:” Y beben y beben y vuelven a beber / los peces
en el río / por ver a Dios nacer”. Con este villancico pasa
como cuando uno está algo alegre, y en todas las reuniones
se termina cantando “Asturias patria querida”. O sea dos
cosas que nunca fallan, a pesar del paso del tiempo.
La verdad es que no entiendo muy bien eso de que los peces
vuelvan y vuelvan a beber, por ver a Dios nacer. Y no lo
entiendo porque estando todo el día metido en el agua,
tengan que beber una y otra vez, para ver nacer a Jesús.
La verdad es que hay letras de canciones, que no acierto a
comprender su significado. Por ejemplo esa que cantaba ese
pedazo de cantaor gitano, Rafael Farina, “Vino amargo es el
que bebo, por culpa de una mujer. Hombre, ya que te vas a
emborrachar, para olvidar, por qué tienes que tomar vino
amargo, existiendo un Riojas que quita las tapaderas del “sentio”.
En fin, como todo esto me llevaría a un estudio del asunto,
y no estoy por la labor, vamos a dejar que los peces canten
los que le venga en ganas y el que esté hecho polvo porque
lo hay dejado una mujer, que se tome el vino amargo. Allá
cada uno con sus problemas. Volvamos al asunto de las
navidades.
La celebración de la navidad es algo tradicional en España,
por mucho que se empeñen algunos en querer que deje de ser
una tradición incluso luchan, lo indecible, por querer
meternos con calzador el asunto de Papá Noel, el tío que
viene de allende de los mares con un reno, que se cuela por
la chimenea y nos deja los regalos, mientras dice “uuuuh,
uuuh”.
No sé si habrán dado cuenta que todos los canales, de las
distintas cadenas de televisión, dedican muchos minutos a
enaltecer la celebración de Papá Noel, como si fuese algo
nuestro, algo muy español.
Lo auténticamente español no es, precisamente, la
celebración de Papá Noel, sino la llegada de los Reyes Magos
de Oriente, que tantas ilusiones despertó en varias
generaciones de los españoles de España y que, a pesar de
toda la campaña contra ellos, se siguen manteniendo las
ilusiones de millones de españoles, en la noche mágica del
cinco de enero.
Esa noche donde a algunos que ya hemos cumplido cierta edad,
nos hace ilusión despertar al día siguiente, y encontrarnos
algún que otro regalo, aunque sea la consabida corbata o el
par de calcetines.
Y no es que pueda hablar mucho de mi época de niñez sobre
los regalos que me dejaban los Reyes Magos, porque en
aquella época recibir un regalo el día de reyes, era poco
menos que un milagro. Y, desgraciadamente, los milagros no
se producen con tanta frecuencia con la mayoría de las
personas lo deseásemos.
A pesar de ello nadie nos puede quitar, a los niños de mí
generación, la ilusión con la que cerrábamos los ojos,
esperando el amanecer del día siguiente para ver si nos
habían dejado algún regalo. Y algo nos habían dejado además
de mantener viva la ilusión de que el próximo año sería
mucho mejor.
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