Bolsos originales realizados en diversos materiales, piedras
preciosas o plata de ley a diferentes precios, faldas y
jerseys en variados colores y estampados y auténticas
manualidades que garantizan la sonrisa después de abrir un
papel navideño.
Estos son, entre otros, los regalos que ofertan los
vendedores ambulantes que se han instalado en el Paseo de la
Marina en estas fiestas y que visitan la ciudad autónoma en
los cambios de estación. Todos ellos reciben a los ceutíes
con gesto amable y mirada intensa ya que para muchos, Ceuta
se ha convertido en una especie de tierra prometida, con
clientes fieles, mayor comercio y siempre gratitud hacia una
región ubicada entre dos continentes que siempre les abre
los brazos, procedan de donde procedan. Argentina, Bolivia,
Marruecos, Toledo, Madrid o Latinoamérica son los lugares de
origen, en muchos casos abandonados en busca de un futuro
quizás mejor, o en otros, por siempre descubrimiento de
diferentes fronteras mundiales.
“Como todos los años, hemos tenido muy buena acogida; la
gente muy amable y contenta sin olvidar la maliciosa, claro.
De los 10 años que llevo en España, siempre me he dedicado
al comercio; soy de Bolivia y por un lado, quería descubrir
más mundo y por otro, las simples necesidades. Primero me
vine yo solo y cuando estuve establecido, me traje a la
familia a Toledo y lo cierto es que estoy muy contento”,
confesaba el comerciante Javier Dorado.
Estos vendedores ambulantes argumentan que su paso por la
ciudad no es desapercibida; cuentan con clientela fija,
regresan año tras año, incluso muchos, su vida entera, y
confiesan que en Ceuta el porcentaje de ganancia es mayor
que en el resto de la península. Sin embargo, la crisis
económica hace sombra al mínimo rayo de luz. “Traigo plata y
bisutería de Asia porque tengo una clientela más o menos
fija aunque está la cosa un poco floja. Pero siempre se va
uno contento de aquí ya que los últimos días es cuando se
levanta esto y como los permisos son más baratos, compensa.
Con ganar lo mismo que el año pasado, ya estoy orgulloso”,
explicaba el vendedor Fernando Larriera.
Y como no todo es ganancia, muchos argumentaban sentirse muy
orgullosos de sus productos, labrados a mano, y requeridos
por los ceutíes. “No llevamos ni dos semanas y ya se nos ha
acabado la artesanía, nuestra fábrica propia”, declaraba el
mercader argentino, Yanka Shenkel.
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